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Walter Benjamin

Sueños inéditos
(1929-1933)

2023, 17 pp.   
CC 4.0

En 1925, Benjamin escribió: “Ya no se sueña de verdad con la flor azul. […] El sueño ya no abre una azul lejanía. Se ha vuelto gris. La capa gris de polvo sobre las cosas es su mejor parte. Los sueños son ahora un atajo a lo banal”.

 

Y, sin embargo, soñaba de manera intensa y apasionada. Lo demuestra el registro de sueños que llevaba a cabo. En vida, sólo publicó unos pocos, sobre todo en Calle de una sola mano e Infancia en Berlín hacia 1900.

La forma en que registraba el contenido de sus sueños difiere fundamentalmente de aquella, cuyo punto de partida es la premisa de que el contenido de los sueños es fugaz y, por lo tanto, debe ser registrado inmediatamente después de despertar.

Para Benjamin, el tiempo entre el sueño y el registro debe ser muy distante. La experiencia no debe ser relatada o escrita bajo la influencia del sueño [im Bannkreis des Traumes] o desde el crepúsculo gris del sueño [grauen Traumdämmerung]. Como escribe en “Desayunador”:

Una tradición popular desaconseja contar los sueños en ayunas. Efectivamente, quien despierta sigue bajo la influencia del sueño. Lavarse la cara trae a la luz solo la superficie del cuerpo y sus funciones motoras visibles; mientras que en las capas más profundas, también durante el aseo matinal, el crepúsculo gris del sueño persiste, incluso se afianza en las primeras horas solitarias de vigilia. Quien rehúye al contacto con el día, ya sea por miedo a los hombres o por retiro espiritual, no querrá comer y rechazará su desayuno. Así evita la ruptura entre el mundo de la noche y el del día. Una precaución que solo se justifica si un intenso trabajo, cuando no una oración, amenaza con consumir al sueño; de otra manera llevaría a una confusión de ritmos vitales. En este estado, la narración de los sueños es funesta porque parte del ser humano permanece conjurada con el mundo onírico, y al traicionarlo con sus palabras, tendrá que esperar su venganza. Dicho de otra manera: se traiciona a sí mismo. Uno ha perdido la protección de la ingenuidad onírica y, al tocar sin autoridad su sueño, queda expuesto. Pues solo desde otra orilla, a plena luz, desde la distancia de la memoria, es permitido hablar del sueño. Este otro lado de lo onírico solo se puede alcanzar por medio de una purificación análoga a lavarse por las mañanas pero, sin embargo, completamente diferente: la que pasa por el estómago. Quien ayuna narra sus sueños como si lo hiciera desde el sueño.

En Sueños inéditos (1929-1939), recopilamos textos en donde Benjamin se abre personalmente y explora –sin la rigurosidad de otros textos– las posibilidades de las “fuerzas de la embriaguez”.

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