Quien recibe un trozo de cera de abejas obtendrá, verdaderamente, un producto intermedio entre la sangre, los músculos y los huesos, que ingresa en el ser humano de un modo íntimo (...). En la cera, están presentes las mismas fuerzas que están en nosotros.

 

En 1923, Rudolf Steiner, el fundador de la antroposofía y de la educación Waldorf (entre otras), dio una serie de conferencias que trataban Sobre la naturaleza de las abejas. Steiner, que no era apicultor, buscó expandir la apicultura a partir de su ideario esotérico. Consideraba que la existencia de las abejas debía estudiarse desde una perspectiva espiritual, dado que ellas tenían “la mayor influencia del mundo celestial”. Para Steiner, los pueblos antiguos y más sabios, al entender la existencia de una manera muy diferente a la nuestra, veían en la actividad de la colmena una existencia amorosa que asociaban con el planeta Venus. Además, la apicultura promovía la cultura y la correcta conexión entre el “aire y los líquidos” en el ser humano.

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Steiner elabora analogías entre la naturaleza de las abejas y la naturaleza humana. Compara los procesos en la colmena con los procesos en la mente humana, emparentando el desarrollo del enjambre con la muerte y el nacimiento en el ser humano. Describe la estructura del panal como un esqueleto, comparable a los huesos humanos. La tríada: reina, obrera y zángano se actualiza en esta otra: cerebro, sangre, nervios. De este modo, afirma que los seres humanos y las abejas están unidos en un orden mítico. 

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Las fuerzas de la naturaleza (la acción solar, la terrestre) ejercen su influencia inefable sobre los seres, y “en un rodeo que pasa por la colmena”, todo el universo entra en el ser humano, para que el “conocimiento de los hombres y las mujeres se convierta en conocimiento universal”.

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Para esta edición, tradujimos la segunda de las nueve conferencias que conforman el ciclo Über das Wesen der Bienen, Dornach, del 26 de noviembre al 22 de diciembre de 1923.