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  • Buchwald

Novalis: Monólogo

El hablar y el escribir son, de hecho, una payasada. La verdadera conversación es un mero juego de palabras. Es asombroso cómo las personas cometen el ridículo error de pensar que hablan en relación a las cosas; nadie conoce lo más esencial del lenguaje: que sólo se ocupa de sí mismo. Por eso es un misterio tan maravilloso y fecundo cuando alguien simplemente habla por hablar, enuncia las verdades más espléndidas y originales. Pero si quiere hablar de algo definido, los caprichos del lenguaje le hacen decir las falsedades más ridículas y erradas. De ahí el odio que tanta gente seria siente por el lenguaje. Se dan cuenta de su ligereza, pero no de que la cháchara que desprecian es el lado infinitamente serio del lenguaje. Si tan solo fuera posible hacerles entender a las personas que con el lenguaje pasa lo mismo que con las fórmulas matemáticas, constituyen un mundo en sí mismo, su juego es autosuficiente, no expresan nada más que su propia y maravillosa naturaleza, y que precisamente es por eso que reflejan el extraño juego de las relaciones entre las cosas. Sólo su libertad hace que sean parte de la naturaleza, y sólo en su movimiento libre se expresa el alma del mundo y la convierte en una medida delicada y modelo de las cosas. Así también con el lenguaje: quien tenga sensibilidad para su uso, su ritmo, su espíritu musical; quien pueda percibir en sí los delicados efectos de su naturaleza interior y, a partir de ellos, mueva su lengua o la mano, será profeta. En cambio, quien lo conozca, pero carezca de sentimiento y oído, podrá escribir verdades como esta, pero será la burla del lenguaje y de las personas, como Cassandra lo fue para los troyanos. Y aunque crea haber delineado, con estas palabras, la naturaleza y el oficio de la poesía con la mayor claridad posible, sé que, de todos modos, nadie podrá entenderla, y eso que lo que dije es bastante tonto, solo quería decirlo y no es la forma de hacer poesía. Pero ¿y si me viera obligado a hablar? ¿Y si este impulso de hablar fuera la marca de la inspiración del lenguaje, de la actividad del lenguaje en mí? ¿Y si mi voluntad solo quisiera aquello que está forzado a hacer? ¿Podría esto finalmente ser poesía sin que yo lo supiera o creyera y así haber aclarado un misterio del lenguaje? Entonces, ¿yo sería un escritor por vocación?, después de todo, un escritor es solo alguien inspirado por el lenguaje.

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