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Johann Mayer: El durazno [Aprikose], 1776

  • Foto del escritor: Buchwald
    Buchwald
  • 23 mar
  • 4 Min. de lectura

POMONA FRANCONICA

o representación natural y descripciónde las mejores y más destacadas variedades europeasde árboles frutales y sus frutos, cultivados en elJardín de la Corte Principesca de Würzburg.

Junto con las principales observaciones sobre sucultivo, injerto y cuidado, por Johann Mayer, jardinero de la Corte y Residencia Principesca de Würzburg.

Tomo primero.

Núremberg,


en la imprenta de Adam Wolfgang Winterschmidt, grabador,


mercader de arte y editor de música, 1776.


El durazno


Graece: Μήλη Αρμηνιακά, Πραικόκκια, Βηρικόκκια. Lat. Mala Armeniaca Epirotica, Orbiculata, praecocia, praecoqua. Angl. Apricoks, Apricots. Hifp. Albiricoques, Alvarcoques. Ital. Bricocoli, Armellini, Armoniache, Baccoche. Belg. Abricoques. Vroeghe Peerfchkens.


Entre los romanos, el durazno se conocía con el nombre de “manzana armenia”: una denominación que parece revelarnos su patria original, Armenia. En latín, también se los conocía como praecocia. […]


[Dioscórides y Plinio llaman a los duraznos, sin distinción, “manzana armenia” y praecoqua; Galeno, en cambio, afirma que en su época el nombre “manzana armenia” ya había caído completamente en desuso y que tanto el árbol como el fruto solían denominarse según el término griego prykokion. Esta última palabra se pronunciaba entonces berikokkion, y de ella, con toda probabilidad, derivó el nombre italiano bericocolo.

En alemán, estos frutos suelen llamarse indistintamente Avriscosen, Abrikosen, Marillen, Marellen, Morellen, Mollerlein, Barillen, Amarillen, entre otros.


¿No debería considerarse la explicación más natural del origen de este nombre: la derivación del término latino apricus, dado que estos árboles requieren una gran exposición al sol?]


Según el sistema de Linneo, el duraznero, el ciruelo, el cerezo y el laurel cerezo pertenecen a una categoría de árboles. La manera en que este erudito clasifica las plantas únicamente en función de sus órganos reproductores, sin aceptar ningún otro rasgo distintivo, por más esencial que sea para determinar un género propio, puede ser de gran utilidad en la botánica; pero en jardinería y agricultura, en nuestra opinión, resulta imposible tomarla como modelo. Este sistema agrupa demasiadas especies en una sola categoría, altera denominaciones ya ampliamente establecidas y elimina conceptos con los que el agricultor asocia estas variedades. Al menos, a muchos, les resultaría difícil, bajo este nuevo criterio, llamar ciruela a una cereza, denominar manzana a la pera, durazno a la almendra y cosas por el estilo.


Entre los árboles frutales, el duraznero se encuentra solo entre los de tamaño mediano. Nunca alcanza la altura del peral o del almendro. Aun con el crecimiento más vigoroso y en la mejor ubicación, rara vez, supera en esta región los treinta a treinta y cinco pies de altura. Su tronco es relativamente grueso en proporción a su altura. Produce muchas ramas fuertes y bien desarrolladas, que tienden a extenderse ampliamente. Gracias a su crecimiento rápido y vigoroso, cubre de manera muy atractiva barandas y muros. La belleza de sus flores y frutos junto con el gran brillo de su denso follaje, lo convierten en un buen ornamento para los jardines. En la madera vieja, la corteza es rugosa, agrietada y de un marrón muy oscuro. Los brotes jóvenes son lisos, de un verde brillante y teñidos de rojo en el lado expuesto al sol. En ambas maderas, la capa más externa está salpicada de puntos blancos grisáceos.


Las hojas son grandes, de un hermoso verde oscuro, regularmente dentadas. En la base, son anchas, redondeadas y con forma de corazón, mientras que en la parte superior, terminan en una punta que, a menudo, se dobla hacia atrás o se curva hacia adentro como un canal. En las ramas jóvenes, crecen en hileras alternas; en las ramas viejas, en cambio, cuelgan en grupos de cinco o seis, dispuestas en forma de ramillete.


[…]


La flor se sostiene del árbol mediante un pedúnculo casi imperceptible, de apenas media línea de longitud, y consta de cinco pétalos blancos que adoptan la forma de una rosa. Están fijados al cáliz por una pequeña punta y su corto receptáculo muestra cinco pequeñas escotaduras que se curvan en arcos sutiles hacia el interior del cáliz.

En el centro de la flor descansa el ovario del fruto. Parece alargado, ligeramente redondeado y cubierto de una fina vellosidad, de color amarillo pálido. El estilo, que se alza sobre él, culmina en una rugosa verruga amarilla. Alrededor del pistilo, se disponen entre 24 y 28 estambres, rara vez, llegan a 30. Sus anteras son erguidas, de color amarillo en la parte superior y blancas en el resto. El polen también es amarillo. Estas flores pertenecen a las especies hermafroditas completas y aparecen antes que las hojas. Cuando el fruto cuaja por completo, el cáliz se seca poco a poco y acaba desprendiéndose solo.


El fruto, cuando madura, es redondo, carnoso, jugoso y presenta una hendidura longitudinal bien visible. Su tamaño varía entre 13 y 14 líneas de altura, alcanzando, en algunos casos, hasta dos o tres pulgadas, con un diámetro, generalmente, de unas pocas líneas menos. El carozo en su interior es leñoso, duro, con el borde deprimido y una superficie que puede ser rugosa, granulada o de textura arenosa al tacto. En el lado que se encuentra junto a la hendidura del fruto, presenta tres aristas prominentes, de las cuales la central es la más destacada. En la cara opuesta, se distingue una ranura muy fina, por donde se puede introducir la punta de un cuchillo para abrirla con facilidad. Su almendra, compuesta por un embrión y dos cotiledones, puede ser tanto amarga como ligeramente dulce y, en ocasiones, tan agradable al paladar como una avellana fresca.


[…]


El fruto es amarillo por dentro y por fuera, aunque en el lado expuesto al sol adquiere un tono rojizo. Sin embargo, este color varía según la variedad, la orientación respecto al sol y el grado de maduración, siendo, a veces, más oscuro; otras, más pálido.


La piel se desprende con dificultad de la pulpa y suele tener un ligero sabor áspero. En los frutos de árboles grandes, a menudo, pueden observarse manchas pardas semejantes a verrugas.


Por más fina, agradable, dulce y jugosa que sea esta fruta, en comparación con las mejores variedades de durazno sigue pareciendo seca, arenosa y carente de acidez suficiente. Se consideran mejores aquellas variedades en las que la semilla se desprende con facilidad.



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