La historia colonial de los pueblos europeos comienza con el atroz acontecimiento de la Conquista, que convirtió a todo el territorio conquistado en una cámara de torturas. El choque entre la soldadesca y las enormes riquezas en oro y plata de América creó un estado emocional hoy difícil de imaginar sin experimentar horror. Nada es más bochornoso y sorprendente que el hombre del que cuenta el libro de Brion haya tenido que luchar solo por una causa perdida. De las Casas viajó por primera vez a América a los 24 años en la tercera expedición de Colón (1498). No tardó en tener un panorama general de la desconsoladora situación en que vivían los indígenas. A partir de ese momento, dedicó su vida a mejorarla. Los debates entre De las Casas y los teóricos de la Conquista pronto adquirieron un tono jurídico-teológico: como el primero era sacerdote (más tarde Obispo de Chiapas), tenía que fundamentar sus acciones en la moral de la Iglesia Católica, así que los teóricos de la conquista no necesitaban ir más allá del derecho que el Papa le había otorgado al rey para dominar la "India" y de destacar la catolicidad de los conquistadores. El gran mérito de Brion es haber estudiado este conflicto de forma decidida y cautivadora para el lector sin prescindir de la argumentación erudita. Es muy interesante poder observar cómo la necesidad económica de una colonización todavía no imperialista –en aquella época se buscaban territorios que pagaran tributos, no mercados– busca su justificación teórica: América es una tierra sin dueño; la conquista es necesaria para la difusión del catolicismo; tomar medidas contra los sacrificios humanos de los mexicanos es una obligación católica. El teórico de la Staatsraison era el historiador de la corte de Sepúlveda. La disputa entre los dos rivales tuvo lugar en 1550 en Valladolid y fue el momento más importante en la vida de De las Casas, lastimosamente, también de su influencia: a pesar de que su éxito tuvo repercusiones directas en la realidad, se limitó a los territorios españoles. Después de la disputa de Valladolid, Carlos V sancionó un decreto que abolía la esclavitud y sus manifestaciones más sádicas, como las “encomiendas”, el “patronato”, etc. Sin embargo, ya antes se habían tomado las mismas medidas y no habían tenido éxito alguno. Y en 1566, cuando De la Casas moría en un monasterio dominicano, ya se había consumado la destrucción. El incisivo trabajo de Brion evidencia, desde el ámbito de la moral, la misma dialéctica histórica que se dio en el cultural: en nombre del catolicismo, un sacerdote se enfrenta a las atrocidades que se cometen en nombre del catolicismo; y un sacerdote, Sahagún, rescató con su obra Historia general de las cosas de Nueva España la historia que desapareció bajo el protectorado del catolicismo. Brion nos ofrece una excelente exposición de una disputa política sobre los dogmas que ahora vuelven a despertar interés y aprobación.
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