Esta fatiga a lo todavía inexistente
difícil y como enredado dirigirse,
se parece al incompleto andar del cisne.
Y la muerte, ese no poder abarcar más
ese suelo que todos los días pisamos,
como su temeroso bajar…
en las aguas, que lo reciben delicadamente
y que, transitorias y alegres,
se recogen debajo de él, marea por marea;
mientras él infinitamente quieto y firme
cada vez más maduro y real y
sereno se digna a deslizarse.
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