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  • Buchwald

Rainer Maria Rilke: carta a Paula Becker

Schmargendorf, Berlín, 18 de octubre de 1900

 

Su carta, querida amiga, la recibí aquí y lo habría hecho incluso después de catorce días o cuatro semanas: no puedo comenzar el invierno en Worpswede, un pensamiento que me hacía feliz día a día. Me di cuenta de que mis estudios requieren que me quede aquí –como alguien con un propósito, que sirve a algo–, cerca de la gran ciudad, en contacto con todos los recursos y las personas que pueden ayudarme.

 

Usted sabe lo que estas investigaciones, que hago en paralelo a mi trabajo más personal, significan para mí: la cotidianidad; lo permanente; el camino que tomo cuando regreso de un vuelo; la vida, de la que solo se puede elevar uno cuando la tiene y domina; la calma y la orilla de todas mis olas y palabras. Rusia se ha convertido en lo que el paisaje significa para usted: hogar y cielo. En su entorno, todo existe como cosa; la realidad y el calor la envuelven; todo el amor de la vida la busca a usted con nubes y vientos y agua, y la envuelven con simpatía y ennoblecen la más pequeña de sus actividades cotidianas. Mi entorno no me envuelve. En mis largos viajes he visto las ciudades que habito desde lejos, y el susurro de los jardines en lo alto está a muchos ríos de distancia. Las iglesias que se alzan a orillas del Volga y que en la corriente se reflejan con un blanco más delicado, y sus cúpulas de un dorado más tenue hacen sonar sus campanas inmóviles para mí. Y las canciones que los ciegos y los niños cantan me acarician las mejillas y el cabello al pasar. Así es mi paisaje, querida amiga. Y no puedo intentar suplantar ese entorno, que es como un aroma y un sonido que me rodea con una realidad más amplia, porque quiero vivir y crear de tal manera que lo que me rodea ahora, mitad memoria y mitad intuición, poco a poco encaje en el espacio y me envuelva de verdad, en silencio y con seguridad, como algo que siempre estuvo ahí y que mis ojos apenas dominan. ¿Comprende que sería una traición si actuara como si ya hubiera encontrado un hogar y un lugar? Aún no puedo tener una casa, aún no puedo habitar. Lo mío es moverme y esperar.

 

Que en algún lugar alrededor del hermoso devenir haya un hogar que se pueda sentir y contener con todos los sentidos; que aquello que me es distante y solo accesible con los sentidos expandidos, en algún lugar, se haya convertido en realidad para personas agradecidas fueron los acontecimientos que me sometieron y cuya influencia me hizo tomar la decisión de quedarme. Cada hogar hace tan bien y es tan cálido como una madre. Y yo debería buscar a mi madre, ¿no?

 

Le escribo durante un ocaso. No uno grande y dorado. Sino cercado por todas partes. Y sigo sin encontrar mi hogar que se está gestando, aunque me siento cálido, como a veces me sentí en su hermoso crepúsculo, que no puedo olvidar y que tanto quiero. No nos despedimos, así que mientras coincidamos en nuestros pensamientos, todavía estaremos juntos, o siempre que mi gratitud la busque entre las queridas formas de mi pasado más reciente. Le envío los poemas de Jacobsen y el Frau Maria Grubbe para su biblioteca y para usted. Poco a poco irá llegando todo lo que hablamos para que lo lea. Además, tiene que perdonarme la libertad de enviarle algún libro que me haya gustado. No es necesario que se apure en devolverlo. Si desea escribirme unas palabras sobre alguno, les daría otro valor para mí. 

 

Envíeme el cuaderno de apuntes, cuando pueda prescindir de él, por correo certificado a mi nombre: RM Rilke, Schmargendorf, cerca de Berlín. Pero manténgalo a su lado por unas noches más, si quiere. Hay tiempo hasta noviembre. Le agradezco lo que compartió en su carta sobre su contenido… lo dejé para que fuera una alegría y un eco en la noche. Salude a todo y a todos de parte de alguien que está agradecido, aunque pueda parecer ingrato. Y cuando piense en mí, júzgueme como a un amigo, es decir, cuando fui más humilde y pobre. No soy rico. Todavía no.

 

Suyo, Rainer Maria Rilke

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