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  • Buchwald

Käthe Kollwitz: sobre Ernst Barlach

25.6.1920


Ayer visité con el Profesor Kern la Secesión y la Gran Exposición, fuimos a buscar unos papeles para la Asociación. Vi algo ahí que me conmocionó: unas xilografías en madera de Barlach.

Hoy volví a revisar mis litografías y volví a reconocer que casi todas no son buenas. Barlach encontró un camino y yo todavía no. Grabados no puedo hacer más, eso está definitivamente terminado. Y con la litografía tengo el problema de la calidad del papel. Las piedras para esculturas sólo las traen al estudio si pagás y rogás un montón, además, en piedra tampoco me sale bien el trabajo. Siempre me escondo detrás de todas las dificultades y cuando vi lo de Barlach de golpe se abrió en mí la posibilidad de que eso no sea el problema. ¿Cuál puede ser la razón por la que ya no pueda? Las condiciones para un trabajo artístico estarían dadas, por ejemplo, sobre las consecuencias de la guerra. En primer lugar, las cosas vendrían del corazón, estarían gobernadas por un fuerte sentimiento, y, en segundo lugar, estaría basado sobre todo lo que he hecho hasta ahora, es decir, una sólida base de conocimientos y habilidades.


Y, sin embargo, el producto no es puramente artístico. ¿Cuál es el motivo? ¿Debería intentar algo completamente nuevo y hacer xilografías en madera, como Barlach? Cada vez que pensaba en eso me decía siempre que la litografía en piedra era lo mío por razones evidentes…


4.1921


Hoy llevé mis cosas a la exposición de la Academia, pero me avergüenzo de ellas. La pancarta para Viena, la mujer pensativa, la litografía de Liebknecht, la litografía para E. R., el dibujo de Liebknecht y también un autorretrato. Si escuchara una sola palabra de reconocimiento por parte de Liebermann o alguien más. Yo misma sé que no son del todo buenos. Lo son en parte. Este silencio es atroz. Los trabajos no serían mejores si Liebermann dijera que son buenos, pero estoy tan sensible, tan nerviosa, que me atormenta.

Cuelgo junto a Corinth. Él tampoco puede más. Su lema es: “como pueda”. También es el mío… Por cierto, sus paisajes siguen siendo lindos y tienen fuerza. No hace mucho Lederer habló del joven Barlach. Poco a poco pasó de ser un hombre pulidamente elegante a convertirse en ermitaño caviloso. Lo admiro y envidio.



El séptimo día, 1920. Cortesía de la National Gallery of Art, Washington

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