1.
Fulgente la lámpara derrama olas crepusculares que te envuelven,
se acerca en vuelo silencioso el perfume de orquídeas que te envuelve
desde el fino jarrón multicolor; y el espejo disemina el destello
cuya luz absorbe al contacto, que te envuelve.
A tus pies, sobre la alfombra, juguetea el reflejo del fuego
y traza mil sinuosidades diáfanas, ondas ígneas que te envuelven;
y el reloj sobre la chimenea, el barroco, de elegante rigidez,
marca el tiempo, el dulce sueño, el benévolo, que te envuelve.
2.
Y la melodía de los colores y la danza de las formas abundantes
se entrelazan mudas, embriagadas de belleza, con tu soñar y tu silencio.
Fabulosa es tu belleza, fabulosa y extraña y cegadora,
como los arabescos dorados, que se ramifican en un centelleo brillante,
y ahora levita en claras nubes, y ajena al suelo despreocupada sonríe,
como los cupidos, que pintados en los techos, parecen mirarnos desde el cielo.
Sólo el amor falta en estos versos, lo más precioso en su género:
dejá que termine, entregáte, y sé mío por completo.
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