Sueño con los cuatro elementos, tierra, agua, fuego, aire.
Sueño con el bien y el mal.
Y la tierra, el agua, el fuego, el aire, el bien y el mal
se entrelazan y forman lo esencial.
En un sinuoso paso de montaña veo a una hoja elevarse.
La hoja se transforma en torso.
El torso se transforma en jarrón.
Aparece un ombligo ingente.
Crece,
más y más.
El sinuoso paso de montaña se disuelve en él.
El ombligo se ha transformado en sol,
en fuente ilimitada,
en la fuente original del mundo.
Irradia.
Se ha transformado en luz.
Se ha vuelto lo esencial.
Me cuesta recordar la diferencia entre un palacio y un nido.
Un nido y un palacio son igual de magníficos.
En la flor, ya brilla la estrella.
El camino que lleva a lo esencial es este confundir, entrelazar, disolver, este eliminar límites.
Las formas del mundo flotan como nubes que se unen unas a otras.
Cuanto más fuerte sea esa unión,
más cerca van a estar de la esencia del mundo.
Cuando lo físico desaparece,
lo esencial resplandece.
Sueño con el cráneo volador,
con la puerta del ombligo y los dos pájaros que forman la puerta,
con una hoja que se transforma en un torso,
con esferas amarillas, con superficies amarillas,
con el tiempo amarillo, verde, blanco,
con el reloj esencial, sin agujas ni números.
Sueño con el interior y el exterior, con el arriba y el abajo, con el aquí y el allá, con el hoy y el mañana.
Y el interior, el exterior, el arriba, el abajo, el aquí, el allá, el hoy, el mañana se confunden, se entrelazan, se disuelven.
El camino que lleva a lo esencial es este eliminar límites
La montaña ombligo y las montañas
la hoja se transforma en torso
el torso se transforma en jarrón
una letra terrenal
el ombligo
hijo de la niebla
sueño con el cráneo volador
la ventana éter
sueño con la puerta del ombligo y los dos pájaros que forman la puerta.
¿Dónde está arriba, dónde está abajo?
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