No quiero mutilar mi pelo al reducirlo a pequeños muñones,
ni retorcerlo como coronas de sauces, de tilos,
donde el exuberante follaje se enrosca alrededor de troncos heridos;
quiero contener mi cabello, trenzarlo y atarlo.
Pero cuando las noches floten, quiero soltarlo,
liberarlo en nubes negras teñidas de rojo sangre por relámpagos,
arrancar campos de trigo marrón de las horquillas y las hebillas,
arrojarlo bajo puentes de hierro, mareas azules.
Le cargo muchos barcos con maderos y frutas,
le soplo peces de vidrio gris, fáciles de deslizarse en la corriente,
y esparzo gallinas salvajes que huyen por la tierra,
y forjo cometas con colas envueltas en llamas.
Quiero derramar mi cabello sobre un lino puro;
que sus mechones toquen los cuatro vientos
como senderos estrechos y limpios, que fluyan más oscuros
entre telas de nieve, quiero guiarte y seducirte:
el embrujo te protegerá de los lobos hambrientos en lamentos,
el anillo pálido, fino, con una perla en forma de corazón,
al final de cada camino, también desatará mi rostro
del pozo enterrado, del mirlo atrapado.
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