Tuyo fue lo oscuro, la cavidad del vientre materno.
Tuyo fue el suelo, tierra que lleva animales.
Ciega te arrastraste, tanteando y mamando debajo, entre las tetas de la perra
y te alimentaste, creciste y abriste los ojos
y jugaste entre hermanos…
¿Te acordás?
No, no te acordás.
Apenas conocés este pelaje que te ondea, mar espumoso de mechones blancos que circunda islas
color isabelino.
Hermosa vos, encantadora, con tu delgada y enhiesta cabeza, tus delicados, marrones, brillantes
ojos avellana.
Soñás
pálidos abedules del norte empantanados, que a bestia herrumbrosa negruzca, el alce cuernos
de pala recompensa;
tu sangre
todavía caza en el bosque ruso al lobo gris en la oscuridad de los abetos
todavía siente las manadas de renos pastando sobre musgo y liquen de la tundra,
todavía escucha el lamento medroso, el grito de acusación de la liebre polar ante el cazador. . .
Durante el día
reposás tranquila sobre la manta y alzás hacia mí tu rostro de mujer, pleno en aquella tranquilidad
de la cierva, de la ardilla,
o recorrés con la cabeza gacha, olfateás e inhalás,
como otros perros, junto a pilas de abono, arbustos y remolachas.
En noches de otoño,
como vibran estrellas fuertes, frías,
suenan a veces gotas que del árbol caen;
el pasto vuelto amarillento respira frescor y humedad,
me echo el abrigo sobre mis hombros, abro la puerta metálica
del jardín;
vos te precipitás en enormes saltos. Vos volás, te desbandás
como tormenta de nieve sobre la alfombra de secas, empapadas hojas.
Plateada llama ondeante, tu melenuda cola te sigue encendida.
Y yo camino y te llamo con voz más apagada, y vos aguardás, alta y ligera, pálida exhalación,
fantasma al otro lado del camino.
Vos esperás y mirás fijamente.
¿Qué mirás?
¿Resplandecen apagados, junto al aliso, junto a la madreselva, amarillos ojos, ojos de gato, que vos
detestás?
¿Se te acerca un espectro, las temblorosas manos llenas de sangriento mesenterio… y tu hocico
largo huele el botín?
¿Sos sólo morada de desconocida, incomprensible alma, que a veces abandona la casa animal como
vana cubierta transparente?
Ella se pierde
sobre el pasto, entre los bronceados crisantemos, y vos esperás el retorno.
¿Se acerca?
Mis dedos tocan el frío y la tersura de la frente del reptil… un collar suena.
Dócil avanza junto a mí, camino a casa, la muda y pálida compañera.
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