Querido tío C., vine a Neulengbach para quedarme, mi objetivo es hacer obras grandes, y para eso necesito trabajar con tranquilidad. Algo imposible en Viena. Cuanto más se está en contacto con la opinión pública, más difícil se vuelve. Todo lo que he creado con mis manos, pintura, dibujo o escritos, en los últimos dos o tres años, no es más que un indicio de lo “venidero”. Sólo he dado, y ese gesto me ha enriquecido tanto que ahora no puedo más que ofrecerme y regalarme. Cuando lo que el artista ama es su arte, también debe ser capaz de renunciar a la mejor compañía. El motivo de mi ausencia, de mi distancia con ustedes, va a ser mal interpretado, eso lo sé, y ustedes creerán que soy insolente, pero lo soy con todas las embestidas de la vida. Soy adicto a experimentarlo todo y tengo que estar solo para eso; no puedo entregarme a la comodidad; mi organismo es austero, duro; mi universo mental, mi única guía. Logré algo: entre otras cosas, mis cuadros están en el Museo Folkwang en Haag, Westfalia, en lo de Cassirer, en Berlín, etc.; igual, todo eso no me interesa. Sé que mi crecimiento artístico ha sido colosal, he vivido y vivido, he construido, he luchado hasta el cansancio con el “negocio” del arte. Estoy contento de haberme vuelto duro. La forma en que los dejé fue y es completamente orgánica en mí y no pretendo un nuevo comienzo entre nosotros, pero no quiero que interpreten mi ausencia de año y medio como una vanidad. En un café, alguien me pidió un dibujo o mi firma; le respondí que una audiencia conmigo costaba 300 K; mi inteligencia lo asustó. Fue orgullo, puro orgullo. El conocimiento que tengo en psicología viene de mi experiencia con lo “real”, y sé que los pequeños son vanidosos, que los pequeños son demasiado pequeños para poder ser orgullosos. Hay señoritos, señoritas, señores y señoras… pero, para mí, mi grandeza es lo más importante.
- Buchwald
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