VIAJE POR LA INFLACIÓN ALEMANA
V. “La pobreza no es vergüenza”. Bueno. Pero ellos deshonran a los pobres. Los deshonran y luego los consuelan con ese proverbiucho. Es uno de aquellos refranes que alguna vez pudieron haber sido ciertos, pero que caducaron hace mucho. Lo mismo sucede con el brutal “El que no trabaja, no come”. Cuando había trabajo que daba de comer a un hombre, también había una pobreza que no lo deshonraba, pues esta provenía de una mala cosecha o cualquier otra desgracia. Pero esta indigencia en la que han nacido millones, en la que cientos de miles caen a medida que empobrecen, sí deshonra. La suciedad y la miseria crecen a su alrededor como muros construidos por manos invisibles. Y un hombre puede soportar mucho solo, pero cuando su mujer ve lo que soporta o cuando ella también lo hace, siente justa vergüenza; puede soportarlo todo en soledad, siempre y cuando lo oculte. Pero no puede estar en paz con su pobreza, mientras esta caiga como una inmensa sombra sobre su familia y su casa. Tendrá entonces que estar alerta a cualquier humillación que se le depare, y disciplinarla para que su sufrimiento no abra el escarpado camino de aflicción, sino el sendero ascendente de la revolución. Aquí no cabe esperanza alguna mientras cada uno de los destinos más atroces y oscuros sean discutidos por la prensa cada día, incluso cada hora, y sean expuestos en todas sus probables causas y consecuencias, y tampoco ayuden a nadie a comprender las fuerzas oscuras a la que su vida ha sido esclavizada.
Calle de una sola mano. Buchwald Editorial, 2018.