Es una pedante necedad reflexionar sobre objetos –material ilustrativo, juguetes y libros– que están supuestamente diseñados para niños. Desde la Ilustración que es una de las más enrarecidas preocupaciones de los pedagogos. Su amor ciego por la psicología les impide reconocer que el mundo está lleno de cosas que despiertan la atención y actividad infantil. Los niños, en particular, tienden a indagar los lugares en donde se esté llevando a cabo una labor. Irresistiblemente se sienten atraídos por los desperdicios que se generan en las construcciones, en la jardinería o en las reparaciones caseras, en la costura o carpintería. Reconocen en los desechos el rostro que el mundo de los objetos les dirige solo a ellos. Los usan no tanto para imitar el trabajo de los adultos como para combinar en creaciones, de manera nueva y caprichosa, materiales de todo tipo. Así, los mismos niños construyen su pequeño mundo de objetos dentro de uno más grande. Habría que tener en cuenta las normas que rigen este pequeño mundo si se quiere crear algo dirigido a los niños, y no permitir que el mundo de los adultos, con sus accesorios e instrumentos, encuentre por sí mismo el camino hacia ellos.
Calle de una sola mano. Buchwald Editorial, 2018.