El señor Pumps se refresca en el lago,
mientras pasa un oficial a caballo.
De pronto, el animal parece encabritarse,
y el señor Pumps acude al rescate;
Con mano firme toma las riendas
y ágil se sube a la fiera.
Pero apenas se sienta, –oh sorpresa para el oficial–
el caballo se precipita del lugar;
Y pasa como un bólido junto a un grupo
de señoritas del colegio confesional.
Y corre directo al centro de la ciudad,
justo cuando las clases acaban de terminar;
Y corre y corre hasta no querer más,
y manda al señor Pumps a volar.
La muchachada lo sigue y ríe sin parar,
mientras el señor Pumps solo se quiere ocultar.
Abre la primera puerta que encuentra a su paso,
¡ay, Jesús!, dos doncellas tomando un café y conversando.
Y en un arrebato quiere escapar,
pero con la mucama se va a tropezar.
Por fin encuentra un lugar donde esperar
a que su sirviente le alcance su ropa habitual.
Llena de júbilo lo espera toda la ciudad
junto al coche que a casa lo llevará.