Era el primer baile del año para ellos, y habían decidido asistir justo antes de que terminara el carnaval. Apenas entró en el salón, Fridolin fue recibido, como si hubiera sido esperado con impaciencia, por dos mujeres con dominós rojos, cuya identidad no pudo determinar, pero que sorprendentemente conocían al detalle todo tipo de historias de su época de estudiante y de residente. Lo invitaron con amabilidad sugestiva a un palco, del que se alejaron con la promesa de regresar pronto pero desenmascaradas, sin embargo, se ausentaron por tanto tiempo, que él, impaciente, decidió bajar a la platea en donde esperaba volver a encontrar a aquellas sospechosas apariciones.
Beckmann, M. (1943-44). Euphorion [Dibujo]. Frankfurt am Main: Frankfurter Goethe-Haus / Freies Deutsches Hochstift. Recuperado de
http://www.museum-digital.de/goethehaus/index.php?t=objekt&oges=1955
A izquierda y derecha se habían abierto unas puertas, de un lado Fridolin distinguió en la oscuridad los contornos borrosos de la figura de Ruiseñor frente al piano; en cambio, la sala de enfrente relucía con una claridad cegadora; mujeres inmóviles estaban allí, todas con un velo oscuro en torno de la cabeza, frente y cuello, con antifaces de encaje negro sobre el rostro, pero completamente desnudas. Los ojos de Fridolin naufragaban de deseo entre los cuerpos de exuberantes a delgados, delicados a espléndidamente maduros; y como cada una de las mujeres seguiría siendo un misterio y el enigma de esos grandes ojos que lo miraban desde las máscaras permanecería sin resolver, el inefable placer de mirar se transformó en un casi insoportable tormento del deseo.
Beckmann, M. (1943-44). Weitläufiger Saal mir Nebengemächer. Die Grazien [Dibujo]. Frankfurt am Main: Frankfurter Goethe-Haus / Freies Deutsches Hochstift. Recuperado de http://www.museum-digital.de/goethehaus/index.php?t=objekt&oges=1933
En realidad, estas cosas apenas se pueden expresar en palabras. Bueno, me sentía como si hubiera vivido innumerables días y noches, no había ni tiempo ni espacio, tampoco me encontraba en el claro rodeada por el bosque ni la pared de piedra, sino en una pradera cubierta de flores que se extendía infinitamente por todos los lados en el horizonte. Y hacía tiempo –¡qué curioso ese “hacía tiempo”!– que no estaba a solas con ese hombre en el prado. No podría decir si eran tres o diez o mil parejas, si las vi o no, o si yo había estado solo con él o también con otros. Pero, así como aquel sentimiento de horror y vergüenza superaba todo lo imaginable en la vigilia, seguro no existe nada en nuestra existencia consciente que se iguale a la naturalidad, la libertad, la felicidad que experimentaba en ese sueño.
Beckmann, M. (1943-44). Hochgebirg. 4. Akt: Vor dem ersten Faustmonolog [Dibujo]. Frankfurt am Main: Frankfurter Goethe-Haus / Freies Deutsches Hochstift. Recuperado de http://www.museum-digital.de/goethehaus/index.php?t=objekt&oges=1878