Walter Benjamin
Calle de una sola mano
Textos II
2018, 128 pp.
isbn: 978-987-46505-4-2
Calle de una sola mano forma una constelación con programas y manuales literarios, informes de sueños y puestos de feria, experimentos con drogas y poemas de amor en prosa; también, con reflexiones políticas y pedagógicas y notas de viaje.
Publicado por primera vez en 1928, revela el “estilo filosófico” de Walter Benjamin, ajeno a las formas clasificatorias-deductivas que la filosofía del siglo pasado había desarrollado. En directa oposición al sistema idealista-discursivo, Benjamin ya había formulado en el capítulo introductorio de El origen del Trauerspiel alemán su criterio: se trata de un “[…] arte de ruptura en oposición a la cadena deductiva; […] la repetición de los motivos en oposición al universalismo plano; el exceso de realidad en oposición a la constante polémica”.
Uno de los conceptos centrales en esta obra de Benjamin es el de alegoría: “aquello que concierne a la intención alegórica queda separado de los contextos de la vida: se despedaza y conserva a la vez. La alegoría se aferra a las ruinas. Ofrece la imagen del desorden fosilizado”. Buscar vida donde permanecen trazas de descomposición como en una tienda de estampillas:
“Los sellos están repletos de numeritos, letras diminutas, pequeñas hojas y ojitos. Son tejido celular gráfico. Todo eso pulula salvajemente y, como formas de vida primaria, incluso vive despedazado. Es por eso que al pegar trocitos de estampillas se forman imágenes tan vivas. Pero, en ellas, la vida conserva siempre un rasgo de descomposición como signo de que está compuesta de trozos muertos. Sus retratos están llenos de huesos y pilas de gusanos”.
En muchos de los textos que conforman este libro, la reflexión recae sobre objetos; esta densidad material y el énfasis del autor en detalles y en “configuraciones” en las que se ocultan elementos de la Modernidad, tienen una función específica: el significado del objeto concreto percibido no ha de ser arrancado a la fuerza, más bien, el fenómeno ha de hablar por sí mismo. El espacio de significación, el “aura”, nunca será definido, sino sólo “desplegado”.