Berlín-Schmargendorf
Villa Waldfrieden, 30 de marzo de 1899
Estimado, querido doctor, seguro que mis dos libros en prosa fueron, para usted, como esas visitas no deseadas que se tomaron literalmente unas palabras de amabilidad, ¿no es así? O ¿están por llegar?, le di instrucciones al editor para que se los enviara. La situación es esta. Con pocas personas me ha invadido la sensación de tener que ponerme al día como con usted, querido doctor Schnitzler. Después del poco tiempo que pasamos juntos –más de una vez limitado por las circunstancias–, esta necesidad se ha despertado y ha ido creciendo en fuerza y coraje con el correr de los días.
Y llegué al punto en que ya no puedo ocultar mi vergüenza ... No sé por qué, pero confío en usted; no sé por qué, pero tengo que extender el tiempo y alisar sus pliegues y llenar con distintos colores los contornos de este querido recuerdo: es por eso que le entrego esos dos pasados pensamientos y gratitud de una oscura infancia libresca; porque están a 7 años de distancia; pero también los amo como cuando uno comienza a amar algo de hace siete años, con ese perdón más suave que es una forma muy hermosa para una posesión segura.
Por eso también quiero que estos libros sean en usted como recuerdos de conversaciones fugaces que nos sucedieron antes de aquellas más recientes. Tales encuentros tienen que haber sido nobles y tienen que tener su propio árbol genealógico: la primera no puede sentirse como un comienzo, sino como la suma de antepasados lejanos. ¡Son ellos los que se encargan de que la estirpe no se extinga!
Por cierto, ¡qué dulces y etéreos fueron esos días vieneses! Con qué hermosa altivez recitó los versos del “Loris”, opulento, en trance, una ebullición que desbordaba el linde del tiempo.
Claro, de esa experiencia tuve que salir directo para la estación. Eso fue violento, un des-face [ein Ausden-angelnheben]. Desde Praga envié mi primera felicidad a Hofmannsthal con una dirección incierta. ¿Habrá llegado a sus manos? Siempre creo que uno sólo puede agradecer con felicidad. Luego, en una fatal cama, reposaba la influenza en Praga. Y ahora estoy de vuelta en “Waldfrieden” y después de haber visto el bosque, los vastos y ondulantes cuadros de Monet y una representación de “Intérieur” de Maeterlinck en un nuevo teatro, muy íntimo, siento la suma de estas inevitables y heterogéneas alegrías con una extraña despreocupación. De ese sentimiento emerge también la carta que pretende saludarlo con sincera admiración,
Rainer Maria Rilke
Viena, 13 de abril de 1899
(Postal)
Estimado señor Rilke, he dejado pasar los días, uno tras otro, esperando el estado de ánimo adecuado para agradecerle de todo corazón sus libros, para contarle más sobre ellos, especialmente sobre los hermosos bocetos y novelas cortas. Pero no puedo escribir como me gustaría. Sufrí una pérdida infinitamente grande (el día después de que lo vi por última vez) y soy incapaz de cualquier cosa que requiera pensamientos organizados. Así que discúlpeme y crea en mi más profunda simpatía. Tal vez nos veamos la semana que viene en Berlín. Salude de mi parte a la Sra. Lou Andrea [sic] Salomé.
Atentamente, Arthur Schnitzler, Viena, 13 de abril de 1899.
Berlín-Schmargendorf
Villa Waldfrieden, 15 de abril de 1899
El hecho de que todavía me escriba, muy estimado doctor, desde un momento tan oscuro, para mí, significa mucho más que una larga carta que fácil e involuntariamente se libera del estado de ánimo. ¡Muchas gracias!
Y cuando esté en Berlín, por favor, acuérdese de mí. ¿Tal vez incluso pueda esperarlo en “Waldfrieden”? En esa situación ideal, usted ponga la hora. Para mí, cualquiera estará bien.
No me atreveré a hablar de Schmargendorf cuando esté allí; pero también será mi primera primavera allí, en mi linde de bosque, ¡y las calles de Berlín no saben nada al respecto!
Me iré el 24 o el 25, pero espero que no sin recuerdos compartidos.
Saludos de la Sra. Lou Andreas-Salomé y de mí.
Suyo, Rainer Maria Rilke
20.1.1900
(Postal)
Muchas gracias por el hermoso libro.
Suyo, Arthur Schnitzler, 20.1.1900
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