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  • Buchwald

L. Moholy-Nagy: linealidad del espíritu – rodeos de la técnica

Relaciones previsibles y misteriosas son, por igual, producto de determinaciones cósmicas. las influencias trascendentales-físico-químicas de las relaciones recíprocas se concretan de formas distintas, siempre según sus leyes particulares. a veces como color, otras como sustancia en algún estado de agregación o también como sublimación del espíritu. El pensamiento –producto del funcionamiento del cuerpo y las relaciones con el mundo– es, en sus manifestaciones, un fenómeno constante que siempre se está renovando. El espíritu es emanación inminente de la existencia humana.


Bajo esta determinación de relaciones de origen cósmico, no debería extrañarnos hablar de una identidad atemporal del pensamiento humano. Incluso las variaciones formales del pensamiento, los así llamados “puntos de vista”, regresan inevitablemente en distintas épocas. En esta inevitabilidad, el grado de desempeño depende de conquistas técnicas que el rodeo determina, es decir, el cerebro trabaja más rápido que la mano que ejecuta. Este estado se puede resumir en forma de consigna: linealidad del espíritu – rodeos de la técnica.


La “linealidad” no está sólo orientada de forma unidimensional a lo excitante, económico y sublimado, sino más bien a una expansión cósmica, que no importa hacia dónde se dirija, dado que siempre tomará el camino más corto.


“Rodeos de la técnica” significa que prácticamente todos los caminos que se toman para alcanzar una meta son más largos y complicados de lo que deberían ser –visto desde la perspectiva del espíritu–, es decir, todo podría hacerse mejor que hasta el momento, pues: la inspiración como punto de partida de cualquier acto –la genial sugestión como expansión concéntrica– es sólo una forma de la reorientación mental determinada por el tiempo y el contexto (también técnico).


Un ejemplo: siempre queremos ver más de lo que nuestros ojos pueden abarcar. el telescopio llega hasta el siguiente pueblo; el microscopio, a la separación entre células; la televisión hasta el Cabo de Buena Esperanza. La siguiente parada será la luna.


Rodeos de la técnica (hoy reconocible): querer solucionar el problema de la observación técnica de otros planetas con sistemas de lentes en lugar de hacerlo, por ejemplo, con reactivos electromagnéticos fotográficos.


La consecuencia: todos los observatorios del futuro serán inservibles si ahora se equipan de forma tradicional.


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Para reducir ese rodeo a lo más mínimo, hay que intentar controlar nuestro trabajo desde su pensamiento más originario.


A veces nos obsesionamos con una tesis. ésta da origen a un trabajo, con ella justificamos vastas constelaciones hasta alcanzar unas ideas fijas que dominan el trabajo.


No hay forma de operar en contra de este dominio de la idea. pues, aunque su fundamento parezca lo más “caprichoso” posible, todo en ella está, en última instancia, para maximizar la actividad. un delirio que asegura el trabajo y que opera con consecuencias lógico-causales.


Por lo general, esa es la génesis de una teoría productiva. ella es incitación y, al mismo tiempo, control.


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Una idea complementaria (quizá más que eso, por ser menos mecánica, porque su despliegue es más abarcativo) me vuelve a llevar a los objetos de la óptica: linealidad del espíritu.


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Desde que, para mí, el problema pintura/fotografía/cine entró en la fase de las leyes de la óptica, veo cómo las distintas formas del rodeo iluminan mi deseo más antiguo: composiciones a color como encantamientos luminosos.

El espíritu inmanente busca: ¡luz, luz!


El rodeo de la técnica encuentra: pigmentos. (un estadio intermedio que cobra vida sólo con la luz.)

es una fatalidad para la humanidad que las emanaciones espirituales sean encaminadas a efectos equivocados. En contra de la elasticidad y la tendencia siempre progresiva del individuo, la comunidad humana –como suma de individuos– se orienta según una experiencia tradicional infalible. La experiencia infalible se materializa en una existencia rígida y la existencia santificada lleva a la autojustificación. Eso es sujeción a la tradición, parálisis-espiritual-en-masa, rodeo temporalmente condicionado.


Así sucedió también con el descubrimiento del pigmento. El primer uso se consagró a la coincidencia de haber encontrado en el pigmento una especie de lugar de almacenamiento de luz, aunque este se manifestara en conjuntos de materialidad tosca. Hasta hoy en día, toda la composición con luz da rodeos en torno a estas huellas de la pintura occidental; sin embargo, desde la primera laterna magica, desde la primera camera obscura, ya existe una forma directa de encaminar la luz: juegos con proyectores y reflectores que emanan luz de colores, ambientes líquidos inmateriales, luminosas cascadas de ráfagas de colores, ilusiones de luz tornasolada que hacen vibrar los espacios.


Rodeos de la técnica:

de la representación manual a la imagen fija. De la imagen fija a la cinematografía. De lo plano a lo plástico. De lo mudo a lo sonoro. De lo impenetrable a lo translúcido. De lo continuo a lo simultáneo. Del pigmento a la luz.


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El espíritu y el ojo penetran en la nueva dimensión de la visión. Hoy ya ofrece fotografía y cine, proyecto y realidad. Los detalles para mañana. Hoy, el ejercicio de mirar.




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