Hermanos Grimm: Blancanieves, versión de 1812
- Buchwald
- 14 feb 2020
- 8 Min. de lectura
Era invierno y los copos de nieve caĆan como plumas del cielo. Una hermosa reina cosĆa sentada junto a una ventana enmarcada en madera negra de Ć©bano. Y mientras cosĆa, se asomó por la ventana, levantó la mirada hacia la nieve y se pinchó el dedo con la aguja. Tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Y como el rojo se veĆa tan lindo junto al blanco pensó: me gustarĆa tener una criatura tan blanca como la nieve, roja como la sangre y negra como este marco. Y poco despuĆ©s tuvo una hija tan blanca como la nieve, roja como la sangre y negra como la madera de Ć©bano, por eso la llamó Blancanieves.
La reina era la mujer mƔs hermosa del reino, y estaba orgullosa de serlo. Todas las maƱanas se paraba frente a su espejo y preguntaba:
āEspejito, espejito:
ĀæquiĆ©n es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierras?ā.
El espejo siempre respondĆa:
āUsted, seƱora reina, es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierrasā.
Estaba segura de que nadie era mÔs hermosa que ella. Pasó el tiempo y Blancanieves creció. A los siete años era, incluso, mÔs hermosa que la reina. Y cuando ésta le preguntó al espejo:
āEspejito, espejito:
¿quién es la mujer mÔs hermosa de estas tierras?
El espejo respondió:
āSeƱora reina, usted es la mujer mĆ”s hermosa aquĆ presente,
pero Blancanieves es mil veces mƔs hermosa.
Apenas escuchó las palabras del espejo, la reina se puso pĆ”lida de envidia y a partir de ese momento comenzó a odiar a Blancanieves. Cada vez que la miraba y pensaba que Blancanieves era la culpable de que ella haya dejado de ser la mĆ”s hermosa del mundo, sentĆa una punzada en el corazón. Su envida la atormentaba. Llamó a un cazador y le dijo: ālleva a Blancanieves a un lugar apartado del bosque, apuƱalala hasta que muera y como prueba traeme sus pulmones y su hĆgado, que los voy a cocinar con sal y me los voy a comerā. El cazador buscó a Blancanieves y se la llevó, pero apenas sacó su daga y quiso apuƱalarla, ella comenzó a llorar, le rogó por su vida y le dijo que se perderĆa para siempre en el bosque y nunca mĆ”s volverĆa. El cazador se apiadó de ella porque era muy hermosa, y pensó: los animales salvajes pronto se la van a comer, no necesito asesinarla. Como un joven jabalĆ acababa de pasar, lo apuƱaló, le sacó los pulmones y el hĆgado y se los llevó a la reina como pruebas, y ella los cocinó con sal y se los comió creyendo estar comiĆ©ndose los pulmones y el hĆgado de Blancanieves.
Blancanieves permaneció completamente sola en el bosque y comenzó a caminar y caminar por las piedras escarpadas y por matorrales espinosos: cuando el sol comenzó a ocultarse, llegó a una casita. La casita pertenecĆa a siete enanos que habĆan ido a trabajar a la mina. Blancanieves entró y se encontró con que todo era diminuto y lindo y limpio: habĆa una mesa con siete platitos, siete cucharitas, siete cuchillitos y siete tenedores diminutos, siete vasitos y en la pared estaban apoyadas siete camitas reciĆ©n tendidas. Blancanieves tenĆa hambre y sed, comió un poco de verdura y pan de cada plato, bebió un poco de vino de cada vasito, y como estaba tan cansada quiso echarse a dormir. Entonces probó cada una de las siete camitas, pero solo la sĆ©ptima le gustó y se metió y se quedó dormida. Cuando llegó la noche los siete enanos regresaron de su trabajo, encendieron sus siete lamparitas y vieron que alguien habĆa estado en su casa. El primero dijo: āĀæquiĆ©n se sentó en mi sillita?ā. El segundo: āĀæquiĆ©n comió de mi platito?ā. El tercero: āĀæquiĆ©n comió de mi pancito?ā. El cuarto: āĀæquiĆ©n comió de mi verdurita?. El quinto: āĀæquiĆ©n usó mi tenedorcito?ā. El sexto: āĀæquiĆ©n cortó con mi cuchillito?ā. El sĆ©ptimo: ĀæquiĆ©n tomó de mi vasito?ā. El primero comenzó a inspeccionar y dijo: āĀæquiĆ©n se acostó en mi camita?. El Segundo: āay, en la mĆa tambiĆ©n estuvo alguienā y asĆ todos hasta el sĆ©ptimo, que, cuando vio su camita se encontró con Blancanieves durmiendo en ella. Entonces se acercaron corriendo y gritaron del asombro, y con sus siete lamparitas alumbraron a Blancanieves, āĀ”ay, Dios mĆo! Ā”ay, Dios mĆo!ā, gritaban, āĀ”pero quĆ© hermosa!ā. Estaban complacidos con su presencia y la dejaron en la cama durmiendo; el sĆ©ptimo enano durmió una hora en la cama de cada uno de sus compaƱeros. Cuando Blancanieves se despertó le preguntaron quiĆ©n era y cómo habĆa llegado a su casa, entonces ella contó cómo su madre habĆa mandado a matarla y que el cazador le habĆa perdonado la vida y que habĆa caminado todo el dĆa y que finalmente habĆa llegado a su casita. Los enanos se compadecieron de ella y le dijeron: āsi te encargas de la casa, cocinas, coses, haces las camas, tejes, si mantienes todo en orden y limpio, puedes quedarte con nosotros y nada te faltarĆ”; nosotros regresamos de noche a casa y la comida tiene que estar lista; durante el dĆa trabajamos en la mina sacando oro y vas a estar sola, ten cuidado de la reina y no dejes entrar a nadie.
La reina creĆa haber vuelto a ser la mĆ”s hermosa del territorio, y a la maƱana se plantó ante el espejo y le preguntó:
āEspejito, espejito:
ĀæquiĆ©n es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierras?ā.
El espejo respondió:
āSeƱora reina, usted es la mujer mĆ”s hermosa aquĆ presente,
pero Blancanieves, mƔs allƔ de las siete montaƱas,
sigue siendo mil veces mƔs hermosa que usted.
Apenas escuchó esas palabras, la reina se estremeció y se dio cuenta de que habĆa sido engaƱada y que el cazador no habĆa asesinado a Blancanieves. Y como los Ćŗnicos que habitaban en las siete montaƱas eran los siete enanos, supo enseguida que ella estaba con ellos. AsĆ que volvió a hacer planes para asesinarla, porque mientras el espejo no dijera que ella, la reina, era la mujer mĆ”s hermosa en todo el territorio, no tendrĆa paz. Como ya no podĆa confiar en nadie, se disfrazó de una vieja comerciante, se pintó la cara para que nadie la reconociera y fue a la casa de los enanos. Tocó la puerta y dijo: āabran, abran, soy yo, la vieja comerciante con un montón de buenos productosā. Blancanieves abrió la ventana: āĀæy quĆ© cosas tenĆ©s?ā. āCordones, amor mĆoā dijo la vieja y le mostró uno que estaba trenzado con seda amarilla, roja y azul; āĀælo querĆ©s?ā. āUy, sĆā dijo Blancanieves, y pensó que a la buena seƱora podĆa dejarla pasar; le quitó el cerrojo a la puerta y se ató el cordón en el cuello. āPero quĆ© nudo tan mal hechoā, dijo la vieja, āvenĆ, que te lo hago bienā. Blancanieves se acercó y entonces la vieja apretó y apretó tanto el cordón que Blancanieves se cayó al suelo. La reina quedó satisfecha y se fue. Poco despuĆ©s anocheció y los siete enanos regresaron a casa y se asustaron al ver a Blancanieves tirada en el suelo, como si estuviera muerta. La levantaron y vieron el cordón apretado, lo cortaron y ella volvió a respirar. āEsto no pudo haber sido mĆ”s que la reinaā, dijeron, āten cuidado, no dejĆ©s entrar a nadieā.
La reina le preguntó al espejo:
āEspejito, espejito:
ĀæquiĆ©n es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierras?ā.
El espejo respondió:
āSeƱora reina, usted es la mujer mĆ”s hermosa aquĆ presente
pero Blancanieves, en compaƱĆa de los siete enanos,
es mil veces mƔs hermosa que usted.
Al enterarse que Blancanieves seguĆa con vida se estremeció tanto que la sangre se le subió al corazón. Pasó el resto del dĆa y la noche pensando en cómo matarla, hasta que envenenó un peine, se disfrazó de otra manera y volvió a salir. Tocó la puerta, pero Blancanieves respondió: āno puedo dejar pasar a nadieā, entonces sacó el peine y como Blancanieve vio que no se trataba de la vieja comerciante, abrió y le compró el peine. āDejame peinarteā, le dijo la comerciante, y apenas le puso el peine en el pelo, Blancanieves cayó al suelo. āAhora sĆ vas a quedar muertaā, dijo la reina, y se sintió aliviada y se fue a casa. Por suerte, los enanos llegaron a tiempo y le quitaron el peine envenenado del pelo, entonces Blancanieves abrió los ojos y les prometió a los enanos que nunca mĆ”s le abrirĆa la puerta a nadie.
La reina se puso ante el espejo:
āEspejito, espejito:
ĀæquiĆ©n es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierras?ā.
El espejo respondió:
āSeƱora reina, usted es la mujer mĆ”s hermosa aquĆ presente
pero Blancanieves, en compaƱĆa de los siete enanos,
es mil veces mĆ”s hermosa que ustedā.
Al escuchar estas palabras, tembló de ira: āĀ”Blancanieves tiene que morir aunque me cueste la vida!ā. Entonces se encerró en su habitación secreta y preparó una manzana con una mitad venenosa, por fuera era tan perfecta y roja, que en quien la viera seguro despertaba el deseo de comĆ©rsela. Esta vez se disfrazó de campesina, fue a la casa de los enanos y tocó la puerta. Blancanieves la vio y dijo: āno puedo abrirle a nadie, los enanos me lo prohibieronā. āEstĆ” bienā, dijo la campesina, āsi no querĆ©s manzanas, no puedo obligarte. Alguna otra persona las querrĆ”, pero voy a dejarte una de pruebaā. āNo, tampoco puedo recibir regalos, los enanos no quieren nadaā. āEntiendo que tengas miedo, asĆ que voy a cortar la manzana en la mitad y me voy a comer un pedazo, el otro es para vosā. Blancanieves vio a la campesina comer mientras su deseo por probarla iba creciendo, asĆ que dejó que le pasara la mitad por la ventana y apenas tuvo un bocado en la boca cayó muerta en el suelo.
La reina estaba satisfecha, se fue a casa y le preguntó al espejo:
āEspejito, espejito:
ĀæquiĆ©n es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierras?ā.
El espejo respondió:
āUsted, seƱora reina, es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierrasā.
āPor fin puedo estar en pazā, dijo la reina, āsoy la mĆ”s hermosa de estas tierras y Blancanieves estĆ” muertaā.
Al anochecer, los enanos regresaron de la mina y vieron a Blancanieves en el suelo. Hicieron todo lo posible, pero nada sirvió, no pudieron devolverle la vida. La pusieron en un fĆ©retro, los siete se apoyaron en Ć©l y lloraron tres dĆas seguidos, luego quisieron enterrarla, pero vieron que no parecĆa muerta y que todavĆa tenĆa las mejillas rojas. Entonces, hicieron un fĆ©retro de vidrio, la pusieron en Ć©l de modo que siempre se pudiera ver y escribieron con letras doradas su nombre y linaje, y a partir de ese momento uno siempre se quedarĆa cuidĆ”ndola.
Blancanieves estuvo mucho, mucho tiempo en el fĆ©retro y su cuerpo no se descompuso, seguĆa tan blanca como la nieve y roja como la sangre y si hubiera podido abrir sus ojitos, estos hubieran sido tan negros como la madera de Ć©bano. AllĆ yacĆa, como si estuviera durmiendo. Un dĆa, un prĆncipe pidió posada en la casa de los enanos y cuando entró y vio a Blancanieves en el fĆ©retro de vidrio y las siete linternitas iluminĆ”ndolo, leyó en la inscripción en letras doradas que se trataba de la hija de una reina y quedó encantado. Les pidió a los enanos que le vendieran el fĆ©retro con Blancanieves muerta, pero no lo hubieran hecho ni por todo el oro del mundo; entonces, les dijo que se lo regalaran porque no podĆa vivir sin ella, que la cuidarĆa y honrarĆa como lo mĆ”s preciado en el mundo. Los enanos tuvieron lĆ”stima por Ć©l y le dieron el fĆ©retro, y el prĆncipe lo hizo cargar a su castillo y ubicar en su habitación; pasaba todo el dĆa junto a ella, sin sacarle la mirada de encima; y cada vez que tenĆa que salir y no podĆa ver a Blancanieves, cada vez que el fĆ©retro no estaba a su lado, estaba triste y no probaba bocado. Los sirvientes, que llevaban el fĆ©retro por todos lados, estaban molestos con la situación y una vez uno lo abrió, levantó a Blancanieves y dijo: āpor esta muchacha muerta nos atormentan constantementeā y le dio un golpe en la espalda. Entonces, el pedazo de manzana que tenĆa en la garganta se desprendió y Blancanieves volvió a la vida. Ella fue donde estaba el prĆncipe, que no supo quĆ© hacer con su felicidad cuando vio a Blancanieves en vida. Se sentaron en el comedor y cenaron alegres.
Al dĆa siguiente se anunció la boda y la impĆa de la madre de Blancanieves tambiĆ©n fue invitada. Esa maƱana, cuando se paró frente al espejo dijo:
āEspejito, espejito:
ĀæquiĆ©n es la mujer mĆ”s hermosa de estas tierras?ā.
El espejo respondió:
āSeƱora reina, usted es la mujer mĆ”s hermosa aquĆ presente
pero la joven reina es mil veces mĆ”s hermosa que ustedā.
Al escuchar esas palabras tuvo tanta, tanta ira y tanto, tanto miedo que se quedó sin habla. Pero fue tal su envidia que fue a la boda para ver a la joven reina, y cuando llegó, descubrió que se trataba de Blancanieves. A la reina le habĆan preparado una zapatillas de acero que habĆan puesto en el fuego. Cuando estuvieron incandescentes la obligaron a ponĆ©rselas y a bailar, y no le permitieron parar hasta que muriera.