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Buchwald

Franz Kafka: El nuevo abogado

Tenemos un nuevo abogado, el Dr. Bucéfalo. Su aspecto apenas evoca la época en la que aún era el caballo de batalla de Alejandro de Macedonia. Quienes están familiarizados con los pormenores, notan algunas cosas. También, no hace mucho, presencié cómo un simple empleado de mantenimiento del tribunal contemplaba en la escalera principal al abogado con la mirada aguda de un asiduo espectador de carreras, mientras éste levantaba las largas piernas y ascendía escalón por escalón mientras sus pasos resonaban en el mármol.


En general, los miembros del Colegio de Abogados aprueba la admisión de Bucéfalo. Con sorprendente lucidez, uno se dice que, en la sociedad contemporánea, Bucéfalo está en una situación difícil y que, además de su importancia histórica, merece al menos alguna consideración. Hoy en día –nadie puede negarlo– no hay un gran Alejandro. Algunos saben cómo asesinar; tampoco es que falta habilidad para clavarle una lanza a amigo al otro lado de la mesa del banquete; y muchos consideran a Macedonia demasiado chica, maldicen a Filipo, el padre… pero nadie, nadie puede llegar a la India. Ya en aquel entonces, las puertas de la India eran inalcanzables, pero su dirección estaba marcada por la punta de la espada real. Hoy en día, las puertas están en un lugar completamente diferente, más lejos e inalcanzables; nadie muestra la dirección; muchos tienen espadas, pero solo las agitan; y la mirada que intenta seguirlos se confunde.


Tal vez por eso es realmente lo mejor, como lo ha hecho Bucéfalo, perderse en los libros de leyes. Libre, sin carga, sin piernas de jinete que cubran sus costados, a la luz tranquila de la lámpara, lejos del estruendo de la batalla de Alejandro, lee y hojea las páginas de nuestros antiguos libros.

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