Todos los otoños me pasan de largo.
Enferma, acostada en una cama blanca;
cuando preferiría estar bailando.
Siempre pienso en violines
y miles de luces titilan.
Oh, ¡qué hermosa estoy hoy!
Rostros muy maquillados
pasan fugaces en el baile.
Oh, cuántas rosas marchitas,
que de madrugada llevé a casa,
que, aplastadas por tantas caricias,
esperaban el amanecer sobre la mesa.
Vuelvo a pensar en chicas
que, como yo, hacen el amor.
Entonábamos cánticos patrióticos
entre llantos, entre risas.
Y ahora estoy sola y abandonada
en una habitación silenciosa y blanca.
¡Oh, hermanas de las calles,
por la noche, vengan a mí en sueños!
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