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  • Buchwald

Else Lasker-Schuler: Carta a Franz Marc, 9 de enero (?) de 1916

Mi querido jinete azul, 


Seguro recibiste mi arbolito de Navidad [una estrella en la N], ahora va un perro salchicha azul, sí, un perro salchicha azul. Te va a acompañar siempre y quedará perfecto con tus caballos azules. Yo también tengo el mismo perro azul, solo había dos perros azules y son para nosotros, que somos hermanos. Ya en la Biblia había hermanos en Caná. Te escribo esta carta en el Café d. W. La gente desaparece, sus palabras y sus gestos desaparecen, estoy sola a pesar de que el café esté lleno, y la vida se convierte en papel tapiz. Estoy sola, como si caminara por el desierto o me tumbara en la arena para escribirte. Mi soledad, esta noche, es probablemente la peor que he experimentado jamás, sucumbí a ella. Ya no puedo comprender el mundo. Lo más valioso es la conversación que se convierte en música, un concierto al que Dios baja. Por eso, el dolor de la soledad es tan profundo y mortal, y tan difícil de soportar. Quiero decir, la soledad sólo surge a través de una conversación con uno mismo y ¿quién puede cargar con el peso de Dios? Vos, jinete azul o San Pedro Hille. Mi madre podía; mi hermano, que quería ingresar en un monasterio, también. El mar puede, o no, y la roca están dominados, hacen lo que la luna quiere -como yo- y son el golem de la estrella. Pero vos sos luna, estrellas y cielo, sos inmortal; yo, en cambio, muero continuamente y vuelvo a vivir y estoy cansada de la interacción. De ahí viene mi miedo. No siempre hubo guerra, asesinato. Hoy los cuerpos están siendo desmembrados, anteayer las almas fueron apuñaladas. ¿Cuándo vas a volver de la guerra? En Múnich, sólo hablan de vos. Hice muchos dibujos, te los voy a dar todos y a robar los que se vendieron, para dártelos. Tuve que venderlos, siete hasta ahora. El pastor tejedor, el Rey Yussuf, que teje una tela detrás de los muros de su ciudad, que él ve como tela, lo compró Haas-Heye, pero seguro que se lo voy a robar. Lo más importante lo tengo claro: es nutrir la flor azul del corazón, el cielo, que es el alma, que nada tiene que ver con las obras que uno hace; el alma no tiene leyes, sólo acción y respiración. Por eso, a menudo, tengo que dudar y todos los que me conocen saben que soy impredecible: robo, incendio, asesinato. Las primeras estrellas bajo las cuales el alma se elevó en la noche se han apagado para todos. Estoy completamente sola y, cuando tengo que responder, soy altiva  por naturaleza. Solo acá pienso en algunos soldados, en los Jesús de la guerra y en vos especialmente, querido, querido jinete azul.


Tu Yussef por siempre. [trece estrellas]


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