Carl Einstein: Ernst Ludwig Kirchner
- Buchwald
- 25 may
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Del Die Kunst des 20. Jahrhunderts [El arte del siglo XX], 1926.
Kirchner (1880, Aschaffenburg) fue probablemente el más flexible y apasionado entre los jóvenes del grupo “Brücke”: se resistía a someterse a un esquema. En su taller de Dresde, hacia 1900, se reunían Heckel y Schmidt-Rottluff. En 1903 se fundó el grupo “Brücke”. Se trabajaba y dibujaba en el taller o, más tarde, en los lagos de Moritzburg, cerca de Dresde. Tal vez Kirchner tuvo más afinidad con el joven Heckel, cuya pintura posterior se tornó agradablemente difusa. En 1904, Kirchner descubre en el museo de Dresde objetos exóticos; en un libro inglés, pinturas murales indias. Se las muestra a sus amigos. Trabajan, consiguen modesta repercusión. En 1909, Kirchner se muda a Berlín; en 1913, abandona el grupo “Brücke”; en 1918, gravemente enfermo, se muda a Davos y desde entonces trabaja en un estricto aislamiento en la montaña.
Desde el principio, Kirchner muestra una sensibilidad muy intensa, un color delicadamente vibrante, el dibujo más personal. Me alegra poder presenciar la fuerza cortante de este artista fascinante.
En el dibujo, Kirchner muestra una originalidad más dinámica que la de sus compañeros. Algo salta a la vista: no transmite una impresión que luego será estilizada, sino que el motivo se le presenta de inmediato en una forma libre y personal; su sensibilidad contiene ya los elementos del juego. Kirchner inventa en un estado de impresión inmediata; quien lo hace después, estiliza una impresión cotidiana de la naturaleza. La originalidad de Kirchner tiene un fundamento óptico: en cuanto traza los primeros signos, el motivo ya ha sido captado y absorbido. No se exagera lo real, sino que se trazan los signos de una visión propia, una óptica personal, aunque no demasiado audaz. Ante los dibujos de Kirchner no se compara el motivo con la forma, no hace falta recurrir a la literatura; el trazo de la línea revela una imaginación originaria y excita la vista en un asalto concéntrico hacia un sentido, sin recurrir con torpeza a la reflexión o al acompañamiento literario. Trabaja con cortes agudos y curvas vibrantes; no reproduce, sino que se intenta crear equivalentes convincentes de la imaginación. Lo decisivo en el dibujo de Kirchner es que se esfuerza con pasión por evitar recetas. Las cosas en sus dibujos sirven como signos de una conmoción subjetiva, de modo que los títulos podrían considerarse como guías visuales; no para reconocer el motivo, sino para que la impresión se recoja con más facilidad y los signos personales se asocien de forma tranquilizadora con los círculos habituales de representación. Gracias a esta libertad, los dibujos de Kirchner contienen una forma más cohesionada que los de sus compañeros de estudio.
La línea de Kirchner se asienta en la superficie. Para él, el paisaje surge a partir de unas pocas curvas que no brotan de una reproducción pedante. A menudo, entreteje figura humana y objetos en redes curvilíneas o convierte signos objetuales en líneas. Su espacialidad se forma a partir de afinidades y contrastes escalonados entre líneas; vibra en la curva de la playa, cuelga en las puntas de los árboles, se asienta en un pequeño rectángulo de la pared que, luminosa, se contrapone a una oscuridad más distante.
Quizá en sus xilografías se comprende con más claridad su fantasiosa articulación de las superficies. En general, Kirchner evita la densidad placentera o funcional de la pintura descriptiva y da solo aquello que percibe como forma vibrante de las cosas. La forma impone límites y debe su efecto al asalto concéntrico sobre el ojo, en el cual se concentra toda la capacidad expresiva.
Kirchner trabaja en xilografías desde 1900, y es posible que con esas obras haya estimulado considerablemente a los artistas más cercanos. Una cabeza, una figura, no se representa, sino que se construye a partir de una irradiación conjunta y divergente de signos libres. Cabe aquí recordar a van Gogh, quien transformó la técnica impresionista de manchas de color en figura ornamental. Manchas, flujos de líneas, superficies cortadas en blanco y negro dan como resultado una estructura de formas que, a veces, está envuelta en redes oscilantes. Explora la técnica de superficie impresionista de manera más constructiva. La relación entre dos figuras se representa, a veces, mediante una ornamentación dinámica y vinculante. Paralelamente al grabado en madera, Kirchner esculpía figuras en madera y piedra, y reforzaba el efecto de sus estatuas mediante el uso del color.
Las superficies cortantes y llenas de temperamento de Kirchner, su convincente vibración, también están presentes en su pintura. La evolución de sus compañeros de juventud está plasmada en su obra de forma más libre, más ingeniosa. Evita, casi desde un principio, la forma ornamental y patética, que resultó peligrosa para los demás. Divide la forma en cuerpos fundamentales casi vertiginosos, que consigue unir siempre con acierto en organismos vívidamente expresivos; el retorno a formas simples apenas lo amenaza con un congelamiento retórico y vacío. Gracias a su dinamismo, la obra de Kirchner se presenta como más actual que la idílica de los anteriores compañeros del grupo “Brücke”.
I. Mujer en la noche, 1919, xilografía
II. Artista y modero, 1912, lápiz y crayón
III. Bailarina, 1912, lápiz y crayón
IV. Casa Blanca – Casa "Entre los Alerces”, 1920
V. Artista, 1910, óleo
VI. Los amigos (Hermann Scherer y Albert Müller), 1924, escultura en madera
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