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L. Moholy-Nagy: The New Bauhaus y las relaciones espaciales

  • Foto del escritor: Buchwald
    Buchwald
  • 21 jun
  • 8 Min. de lectura

En American Architect and Architecture, diciembre de 1937.

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La clave de la formación en los talleres –que constituye lo esencial de la Bauhaus– es mantener un profundo vínculo espiritual con el trabajo artesanal. En la antigua Bauhaus, su fundador, el profesor Walter Gropius, a pesar de vivir en un mundo técnico y socialmente avanzado, tuvo la idea de conservar la misma excelencia en la producción que caracterizaba a la artesanía en la Edad Media. Esto implicaba una formación estrechamente vinculada a la arquitectura, una arquitectura que integre el trabajo de taller de todos los diseñadores. Se organizaron laboratorios independientes para el estudio de la madera, el metal, el vidrio, la arcilla, la piedra, textiles, plásticos, etc., algo que facilitaba a los estudiantes un posible medio de vida y cierta seguridad. Esta comunidad entre maestros y alumnos logró, día tras día y año tras año, producir invenciones útiles como resultado de sus estudios, lo que no se debió únicamente a sus conocimientos, sino a su imaginación y capacidad de visualizar el objetivo de sus propias vidas. La fuente de su ingenio era su visión de la vida y su libertad para emplear los medios y conocimientos de su tiempo de un modo nuevo y sin restricciones.


La biotécnica de Raoul France (1874-1943), que enseñaremos en The New Bauhaus, es un intento por establecer una nueva ciencia que demuestre cómo las formas y estructuras de la naturaleza pueden traducirse sin gran dificultad a la producción humana. Esto significa que las ingeniosas formas de la naturaleza pueden reducirse a formas técnicas. Cada arbusto, cada árbol puede enseñarnos algo y desvelarnos infinitas invenciones, aparatos, artefactos técnicos. Este verano visité la costa este y me sorprendió ver un pequeño animal que hasta entonces me era desconocido: el cangrejo herradura. El delgado caparazón de este animal prehistórico  está construido de una forma tan admirable y económica que podríamos adaptarlo a una forma de baquelita u otro plástico moldeado. Se dice que Edison, uno de los más grandes compatriotas de ustedes, jamás inventó nada sin antes haber recibido un pedido. Su enfoque consciente hacia las invenciones es un gran ejemplo para nuestros estudiantes porque todo lo que se ha logrado como un hito destacado en la historia humana puede ser replicado o desarrollado hasta convertirse en una habilidad estándar. Este enfoque funcional e industrial ya no es, hoy, un principio revolucionario, sino un estándar absoluto para todo diseñador. Por esta razón, sería imposible volver a construir una comunidad creativa en The New Bauhaus, sino solamente establecer un sistema rígido de enseñanza.


Una mirada renovada solo puede surgir de diseños que satisfagan nuestras necesidades biológicas. Nuestros objetivos actuales superan a los de ayer, superan a los dispositivos para ahorrar trabajo que se han incorporado en nuestra arquitectura. Cuando diseñamos, debemos establecer relaciones, en una escala mucho mayor, con nuestras necesidades psicológicas y psicofísicas, más allá de las del confort físico. Confieso que esto no se logra fácilmente, porque no nos conocemos lo suficiente a nosotros mismos. Debemos trabajar para adquirir ese conocimiento, ya que nuestros biólogos y fisiólogos, etc., todavía no han proporcionado la información que nos permita comprender al ser humano y sus necesidades más importantes. Cuando se establece una definición clara, una función clara y unos medios claros, el diseño no resulta difícil de ejecutar. Una fábrica, un hospital, una escuela o un edificio de oficinas son relativamente definibles, y en cada uno de ellos, hemos alcanzado hasta ahora diseños realmente satisfactorios. La dificultad actual radica en el diseño arquitectónico destinado a la vivienda. Se puede matar a un ser humano con la vivienda como con un hacha, pero aún no sabemos cómo hacerlo feliz. El problema está planteado con claridad. Contribuir a encontrar una solución adecuada es la meta que The New Bauhaus se ha fijado. Pero todos deben cooperar –los científicos, los técnicos y los artistas– para determinar hacia qué rumbo deben dirigirse nuestros diseños; cómo deben ser controlados, simplificados o enriquecidos conforme a las necesidades del individuo actual y de las generaciones futuras.


Debemos ser lo suficientemente previsores como para visualizar el efecto de nuestras acciones en la humanidad y tener la intuición adecuada para relacionar nuestras sugerencias tanto en el trabajo como en el ocio. Debemos conocer, entre otras cosas, su reacción al material, al color, a la forma y al espacio.


Hoy intentamos enseñar la comprensión y el uso de las relaciones espaciales del mismo modo en que se enseñan en la escuela primaria las letras del abecedario, que pueden unirse en palabras, las palabras en oraciones, y las oraciones en expresión.


En nuestra definición del espacio, actualmente reina una creciente incertidumbre, que se hace evidente en las palabras que empleamos, y son precisamente estas palabras las que incrementan la confusión. Lo que sabemos del espacio en general sirve muy poco para comprenderlo como una entidad real. Cómo hablamos de los distintos tipos de espacio resulta bastante sorprendente, y es más que divertido escuchar todos los términos que usamos a diario sin saber con exactitud qué significan. Hoy hablamos de espacio:


matemático, físico, cristalino, cúbico, proyectivo, finito, métrico, infinito, geométrico, hiperbólico, isotrópico, ilimitado, euclidiano, parabólico, topográfico, universal no euclidiano, elíptico, homogéneo, etérico, arquitectónico, corporal, absoluto, interior, de danza, superficial, relativo, exterior, pictórico, lineal, ficticio, en movimiento, escénico unidimensional, abstracto, hueco, cinematográfico, esférico, bidimensional, real, vacío, tridimensional, imaginario, formal, etc.


A pesar de esta desconcertante variedad, debemos reconocer que el espacio es una realidad en nuestra experiencia sensorial; una experiencia humana como tantas otras, un medio de expresión como otros; como otras realidades, como otros materiales. El espacio es una realidad que puede comprenderse según sus propias leyes. De hecho, el ser humano ha intentado utilizar esta realidad (este material), tanto como a las otras realidades con las que se ha encontrado,  al servicio de su impulso expresivo.


Una definición de espacio que puede tomarse como punto de partida para reflexiones ulteriores la encontramos en la física: “El espacio es la relación entre las posiciones de los cuerpos”.


Podríamos explicarlo de la siguiente manera: existen dos cuerpos, digamos: la Tierra y la Luna. La relación entre sus posiciones constituye el espacio. Podemos ahora reemplazar la Tierra y la Luna por otros cuerpos, por ejemplo, dos sillas, dos casas o dos muros. Podemos transformarlo en postes telegráficos, en cables, en dos dedos de nuestras dos manos. Esto lo podemos poner a prueba simplemente a través de la experiencia sensorial, de nuestros ojos, para poder comprenderlo correctamente. La experiencia de las relaciones visibles de posición puede comprobarse mediante el movimiento –la alteración de posición– y el tacto, y también puede verificarse con otros sentidos.


Sabemos, por ejemplo, gracias a experimentos, que es posible distinguir formas y espacio por medio del oído. Conocemos sustitutos de los ojos para personas ciegas que permiten, mediante una célula fotoeléctrica, traducir la existencia visual en una existencia acústica. Conocemos la localización y función del órgano del equilibrio, llamado laberinto, gracias a experimentos. Sabemos, por experiencia propia, que, al subir o bajar una escalera en espiral o al aterrizar en un avión en posición oblicua, nuestro sentido del equilibrio –el laberinto– registra con claridad la relación entre nuestras posiciones sucesivas.


Según esto, el ser humano percibe el espacio


1. A través de su sentido de la vista, en perspectivas amplias, superficies que se encuentran y se cortan entre sí, esquinas, objetos en movimiento con intervalos entre ellos.2. A través de su sentido del oído, por fenómenos acústicos.3. A través de medios de locomoción: horizontal, vertical, diagonal, saltos, etc.4. A través de su sentido del equilibrio: por círculos, curvas, sinuosidades (escaleras caracol).


Suena muy complicado, pero una vez que comenzamos el trabajo práctico con pequeños modelos, el objetivo se vuelve más claro. Debemos saber con certeza que una verdadera experiencia espacial es una síntesis de experiencias de diversas índoles. Si lo analizamos bien, observaremos que cada sentido es capaz de registrar relaciones espaciales, pero la forma más elevada de comprensión espacial consiste en la síntesis de todas las experiencias sensoriales. Así, nuestros estudiantes trabajan primero con las fórmulas de percepción más simples para, poco a poco, alcanzar la cima.


En un futuro cercano, espero construir un caleidoscopio espacial que sirva de ejemplo para pequeñas construcciones hechas por los estudiantes. Montaré en un disco horizontal unos palos perpendiculares que girarán. Sobre el centro del disco, colocaré un pequeño ascensor que contendrá listones y varillas –horizontales y oblicuos–, formas espirales y cuerpos transparentes, y luego lo moveré en dirección vertical.

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A medida que el disco y el ascensor se muevan simultáneamente, obtendremos todo tipo de intersecciones y relaciones entre las “posiciones de los cuerpos”. El movimiento puede detenerse en cualquier momento para que una relación espacial interesante pueda fijarse fácilmente y registrarse con diagramas u otros medios de representación.


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A este tipo de ejercicio espacial, añadimos el estudio de la perspectiva y el dibujo estereoscópico, lo cual ayuda a desarrollar una visión espacial. Generalmente, me encuentro con que la comprensión del espacio parece ser, para la mayoría de las personas, una tarea muy difícil. Les cuesta pensar en términos de relaciones espaciales entre diferentes niveles y alturas que se intersectan y unen. Incluso arquitectos excelentes, que conocen cada parte de su materia, sobre todo técnica y función, a veces tienen dificultades para visualizar una fórmula espacial rica. Esta es, de hecho, la razón por la que la arquitectura contemporánea, a veces, parece bastante simple en comparación con la gótica o la barroca.


Creo que la experiencia espacial no es un privilegio del genio arquitectónico. Es una función biológica, y debemos intentar aproximarnos a ella de manera consciente. Las bases biológicas de la experiencia espacial son patrimonio de todos, igual que la experiencia del color o del sonido. Mediante la práctica y ejercicios adecuados, esta capacidad puede desarrollarse. Desde luego, habrá muchos grados en cuanto a la capacidad máxima, exactamente como ocurre en otros campos de la experiencia, pero en lo esencial, la experiencia espacial está al alcance de todos, incluso en su forma rica y compleja.


Estoy convencido de que, tarde o temprano, tendremos un verdadero sistema espacial, un diccionario de relaciones espaciales, tal como hoy tenemos nuestro sistema de colores o nuestro sistema sonoro para la composición musical. No basta con que los arquitectos comprendan la relación y la composición espaciales; si se quiere que su trabajo sea apreciado, el cliente también debe conocer el espacio. Por supuesto, en la planificación de un edificio moderno, surgen los problemas más diversos: sociales, económicos, técnicos, higiénicos. Es probable que la suerte de nuestra generación y de la próxima dependa, en un aspecto esencial, de la correcta solución de estos problemas. Pero además del cumplimiento de los requisitos elementales, el ser humano debe poder acceder, en su vivienda, a la posibilidad de experimentar el hecho espacial. Esto significa que una vivienda no debe decidirse únicamente en función de su precio y del tiempo que se tarda en construirla, ni según los criterios habituales de utilidad, material, construcción y economía; la experiencia del espacio también debe incluirse en la lista de exigencias, como algo esencial para quienes habiten la casa. No debe tomarse esta exigencia como una vaga fórmula de aproximación mística al tema; no pasará mucho tiempo antes de que se la reconozca como un elemento necesario de la concepción arquitectónica, y uno que pueda delimitarse con exactitud. Es decir, se comprenderá la arquitectura no como un conjunto de espacios interiores, no sólo como un refugio contra el frío o el peligro, no como un recinto fijo, una distribución inalterable de habitaciones, sino como una creación controlable para el dominio de la vida, como un componente orgánico del vivir.


La concepción futura de la arquitectura debe considerar y llevar a cabo el conjunto. Los individuos, como parte de un todo biológico, deben encontrar, en la vivienda, no sólo descanso y recuperación, sino también un fortalecimiento y desarrollo armónico de sus capacidades. La medida para los arquitectos ya no será, entonces, la necesidad particular de una persona, de una profesión o de una determinada clase económica, sino que girará en torno a una base general: la forma de vida desarrollada biológicamente que el ser humano requiere.


La arquitectura sólo alcanzará su plena realización cuando disponga de un conocimiento más profundo sobre la vida humana dentro del conjunto biológico. Uno de sus componentes más importantes es la disposición del ser humano en el espacio, hacer comprensible el espacio.


La raíz de la arquitectura reside en el dominio de la problemática espacial; su desarrollo práctico, en el de la problemática de la construcción.




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