6.1927
Para mi sorpresa y satisfacción leo en Corinth que él también tiene terribles angustias. Las describe igual que yo. “Un esfuerzo continuo para alcanzar mi meta –que nunca logré del todo– arruinó mi vida, y cada trabajo terminó en la depresión de tener que seguir todavía con esta vida.”
Liebermann me dijo una vez: “Hay que tenerlo todo para reconocer lo vacío que es. A mí ya todo me repugna, e incluso desprecio aquello que todavía podría alcanzar porque ya desde la emoción nos sonríe el asco”.
“Todo artista tiene una parte suicida.”
Cuando describe el estado de desesperación en el que uno entra cuando trabaja y trabaja, y no sale nada es como si lo leyera directamente de mi alma. Llevo trabajando casi un año en mi autorretrato… es indescriptible, ese eterno ser detenido, ese siempre-ser-mejor y nunca estar-bien, ese terrible y nada habitual desperdicio de tiempo en algo que después de todo, cualquier escultor hace mejor que yo.
La muerte y el artista, 1921. Cortesía de la National Gallery of Art, Washington
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