Weimar, Bauhaus
15 de abril de 1923
Querido amigo,
Me alegró mucho recibir su carta, y solo el frenético ritmo de la vida moderna puede explicar mi prolongado silencio. Es como una pesadilla: uno quiere subir a un tren que está partiendo, corre con todas sus fuerzas, pero las piernas no pueden seguir el ritmo. Al principio pensé que era solo una peculiaridad rusa, y esperaba encontrar aquí una vida diferente, con más ocasiones para concentrarme. En Berlín, llevaba una vida muy frenética, que creía temporal, ya que esperaba encontrar suficiente tranquilidad en el “silencioso Weimar”. Resultó ser una ilusión. Nunca logro hacer ni la mitad de lo que quisiera. A pesar de eso, es hermoso: hay muchas oportunidades y, sobre todo, la posibilidad de crear un espacio que pueda irradiar y contagiar. Sin embargo, se necesitan otras fuerzas destacadas además de las de nuestro pequeño círculo. Cuántas veces me dije a mí mismo: “¡Si Schönberg estuviera aquí!”. Y aunque no lo crea, tal vez pueda venir, porque se formó un grupo con cierta influencia en los lugares pertinentes. Quizás la decisión dependa solo de usted. Esto en confianza: la escuela de música local necesita un nuevo director. Y pensamos inmediatamente en usted. Por favor, si le interesa la propuesta, aunque sea para empezar, escríbame lo antes posible. Si es así, nos pondremos en marcha de inmediato.
Saludos cordiales para usted y su familia, también de parte de mi esposa.
¿Se publicó la nueva edición de tu tratado sobre armonía? Los músicos rusos la esperan con impaciencia.
Siempre suyo, Kandinsky
Mödling, Bernhardgasse 6
19 de abril de 1923
Estimado Sr. Kandinsky,
Si hubiese recibido su carta hace un año, habría traicionado todos mis principios, habría renunciado a la perspectiva de finalmente poder componer y me habría lanzado de cabeza a la aventura. Sí, lo confieso: incluso hoy, por un momento, dudé. Tal es mi deseo de enseñar, sigo siendo tan impulsivo. Pero no podrá ser.
Finalmente entendí lo que me vi obligado a aprender el año pasado, y no lo olvidaré: no soy alemán ni europeo, quizás apenas un ser humano (al menos, los europeos prefieren a los peores de los suyos antes que a mí), soy judío.
¡Estoy satisfecho con eso! Hoy en día, ya no deseo ser una excepción; no me importa que me metan en la misma bolsa que a todos los demás. Porque vi que también en el otro lado (que, para mí, tampoco es ejemplar) todo está en la misma bolsa. Vi cómo alguien con quien creía tener el mismo nivel buscó la comunidad de la bolsa; escuché que incluso un Kandinsky ve sólo lo malo en las acciones de los judíos y, en sus malas acciones, sólo lo judío, y ahí es cuando renuncio a la esperanza de entendimiento. Fue un sueño. Somos dos tipos de personas diferentes. ¡Definitivamente!
Por lo tanto, comprenderá que ahora solo hago lo que es necesario para preservar la vida. Quizás una generación futura vuelva a ser capaz de soñar. No lo deseo ni para ellos ni para mí. Al contrario, daría mucho para que se me permitiera provocar un despertar.
Que un sentido de justicia sopese mis cálidos y respetuosos saludos entre el Kandinsky del pasado y el actual.
Weimar, Bauhaus
24 de abril de 1923
Estimado Sr. Schönberg,
Ayer recibí su carta, y debo decirle que estoy perturbado y herido profundamente. Nunca hubiese pensado que nosotros, precisamente nosotros, pudiéramos comunicarnos de esta manera. No sé quién y por qué querría socavar nuestras sólidas y muy humanas relaciones y así, tal vez, destruirlas definitivamente. Usted dice: “¡definitivamente!” ¿Quién se beneficia con eso?
Lo aprecio como artista y como persona, o tal vez como persona y como artista. En ese contexto, la nacionalidad es lo que menos me importa; me es completamente indiferente. Entre aquellos que, a través de los años, han demostrado y considero amigos (la palabra “amigo” tiene un gran significado para mí y, rara vez, la uso), hay más judíos que rusos o alemanes. Con uno de ellos tengo una amistad que se remonta a mis días de escuela secundaria, hace ya 40 años. Esas relaciones duran hasta “la tumba”.
Cuando no lo encontré en Berlín, después de mi regreso a Alemania, me sentí muy triste porque hacía años que esperaba volver a verlo. Si lo hubiera encontrado en Berlín, probablemente habríamos hablado, entre muchas cuestiones actuales, también sobre el “problema judío”. Me gustaría escuchar su opinión al respecto. Hay momentos en que el “demonio” emerge a la superficie y elige cabezas y bocas adecuadas para su accionar. Y dado que cada nación tiene características que parecen moverse en círculos, a veces, hay naciones “poseídas” además de personas “poseídas”. Esta es una enfermedad que también puede ser curada. Durante la enfermedad, surgen dos características terribles: la fuerza negativa (destructiva) y la mentira, que también actúa de manera destructiva. ¿Me entiende? Solo en este sentido se puede hablar de “bolsa”. Ninguno de los dos pertenece a la bolsa, y sería muy triste que nos obligáramos mutuamente a meternos en una. Si una vida no está hecha para la bolsa, uno puede ser despiadado, incluso con pesar y dolor, pero siempre de manera objetiva, con su nación y juzgar sus características más permanentes y sus cambios temporales.
Este tipo de cuestiones solo pueden ser discutidas entre personas libres. Las personas no libres no entienden estas cuestiones y eso lleva a la calumnia.
¿Por qué no me escribió de inmediato cuando escuchó sobre mis declaraciones? Podría habérmelo reclamado, podría haberme dicho que las desaprobaba.
Tiene una imagen terrible del Kandinsky “actual” que lo rechaza como judío, pero aún así le escribe una carta amable y le asegura que le gustaría verlo en Weimar y trabajar juntos. Querido Sr. Schönberg, antes de decir “¡definitivamente!”, piense si es posible enviarle saludos respetuosos a un “Kandinsky actual”. Seguramente falta el "re-".
Nosotros, los pocos que podemos ser algo libres, no podemos permitir que otros se interpongan con mentiras maliciosas. Hay que resistir.
No sé si expresé mis sentimientos con claridad. No es fácil ser judío, ruso, alemán, europeo. Es mejor ser humano. Pero aun así, deberíamos aspirar a más. Esa es una obligación para unos pocos.
Aunque usted me considere dos personas distintas, le envío mis saludos más cordiales y mi más profundo respeto.
Kandinsky
Mödling
4 de mayo de 1923
Querido Kandinsky,
Le escribo porque dice que mi carta lo perturbó. ¡Eso es lo que esperaba de un Kandinsky, aunque aún no dije ni una centésima parte de lo que la imaginación de un Kandinsky pueda presentarle si quiere ser mi Kandinsky! Porque aún no dije, por ejemplo, que cuando camino por la calle me miran para corroborar si soy judío o cristiano, dado que no puedo decirle a cada uno que soy aquel a quien Kandinsky y algunos otros excluyen, aunque Hitler no esté de acuerdo con esa opinión. Y ni siquiera esa linda idea me serviría de mucho, incluso si me hiciera un cartel y me lo colgara en el pecho para que todos puedan leerla. ¿Un Kandinsky no tiene en cuenta eso? ¿Un Kandinsky no puede intuir lo que realmente sucedió: que tuve que interrumpir a la fuerza mi primer verano de descanso en 5 años, dejar el lugar donde buscaba paz para trabajar y no poder encontrarla nunca más porque los alemanes no toleran a los judíos? ¿Un Kandinsky puede compartir una opinión con otras personas y no conmigo? ¿Pero puede tener aunque sea solo un pensamiento en común con PERSONAS que son capaces de perturbar mi trabajo? ¿Ese es un pensamiento que se puede compartir con tales personas? ¿Y podría ser correcto? Quiero decir: ¡un Kandinsky ni siquiera podría compartir la geometría con ellos! ¡No es su estilo; si no, él no me pertenece!
Pregunta: ¿por qué se dice que los judíos son como traficantes? ¿Se dice también que los arios son lo peor de la humanidad? ¿Por qué se compara a un ario con Goethe, Schopenhauer, etc.? ¿Por qué no se compara a los judíos con Mahler, Altenberg, Schönberg y muchos otros? Si el político no se preocupa por las personas, sino sólo por los objetivos de su partido, ¿por qué hace política, si usted es humanista?
Cada judío no sólo revela su culpa por su nariz, sino también la de todos los demás que están ausentes. Sin embargo, si cien delincuentes arios están juntos, en sus narices sólo se leerá su preferencia por el alcohol, pero en general serán vistos como personas honorables.
Y usted se les une y “me rechaza como judío”. ¿Acaso me ofrecí voluntariamente? ¿Cree que alguien como yo se dejaría rechazar? ¿Cree que alguien que conoce su valor le concedería a cualquiera el derecho a criticar siquiera sus cualidades más insignificantes? ¿Quién podría ser, de hecho, aquel que tendría ese derecho? ¿En qué sería él mejor? Sí, puede que me critiquen a mis espaldas, hay mucho espacio para eso. Cualquiera puede hacerlo. Pero si lo escucho, estará a merced de mi respuesta.
¿Cómo puede un Kandinsky aceptar que me ofendan? ¿Cómo puede participar en una política que busca la posibilidad de excluirme de mi ámbito de acción natural? ¿Cómo puede dejar de combatir una cosmovisión cuyo objetivo son las noches de San Bartolomé, y bajo su oscuridad no podré leer el letrero que dice que estoy excluido?
Yo, en una situación así, me comprometería con una cosmovisión que garantice la seguridad de Kandinsky, sin importar sus consecuencias políticas y económicas. Porque solo una cosmovisión que reconozca y valore adecuadamente la singularidad y contribución única de los 2 o 3 Kandinsky que produzca el siglo sería aceptable o válida para mí. Y dejaría los pogromos a los demás. ¡Si es que no puedo hacer nada al respecto!
Que yo sea víctima del antisemitismo es, para usted, un lamentable caso aislado. Pero ¿por qué no se considera al “mal judío” como un lamentable caso aislado, sino como la regla? De mi círculo más cercano de alumnos, justo después de la guerra, casi todos los judíos habían estado en el campo de batalla; los arios, en cambio, no habían hecho nada más que vagar. ¿Qué pasa entonces con los casos aislados?
Pero no se trata de un caso aislado, es decir, no es azaroso. Más bien está completamente planificado que, después de haberme ignorado según las reglas y la tradición de este país, ahora tomen el camino de la política. Por supuesto: esas personas a quienes mi música y mis ideas les resultaban incómodas solo pueden alegrarse de que ahora tengan una forma extra para deshacerse de mí. Mi éxito artístico me es indiferente, pero ¡no permitiré que me insulten!
¿Qué tengo que ver yo con el comunismo?¿Qué tengo que ver yo con los sabios de Sion? Para mí, no es más que un título sacado de Las mil y una noches, y no describe nada remotamente creíble.
¿No debería también yo saber algo sobre los sabios de Sion? ¿O cree que le debo mis creaciones, mi conocimiento y habilidades a la protección judía? ¿O Einstein le debe lo suyo al encargo de los sabios de Sion?
No lo entiendo. Todo eso se derrumba ante un análisis serio. ¿Y usted no tuvo la oportunidad de notar durante la guerra cuánto se miente oficialmente? ¿Cómo la perspectiva de la verdad se cierra a nuestra mente centrada en la objetividad? ¿No lo sabía o lo olvidó?
¿También olvidó las desgracias que un estado de ánimo puede causar? ¿No sabe que en tiempos de paz, ante un accidente ferroviario con cuatro muertos, todo el mundo se horrorizaba, y que durante la guerra se podía hablar de 100.000 muertos sin siquiera intentar imaginar el sufrimiento, el dolor, el miedo y las consecuencias? Sí, había personas que se regocijaban con las muertes enemigas, ¡cuantos más, mejor! No soy pacifista: estar en contra de la guerra es tan fútil como estar en contra de la muerte. Ambos son inevitables, dependen solo en una mínima parte de nosotros y son métodos de renovación de la humanidad inventados no por nosotros, sino por poderes superiores. Del mismo modo, la reestructuración que se está dando ahora en la sociedad no es producto de ningún individuo. Está escrita en las estrellas y se lleva a cabo por necesidad. La burguesía idealiza demasiado, no es capaz de luchar, y por eso surgen desde las profundidades de la humanidad esos elementos miserables pero robustos, para volver a crear una clase media viable. Se compran un hermoso libro en papel de mala calidad y se mueren de hambre. Así va a ser y no hay nada que podamos hacer, ¿eso se puede pasar por alto?
Y eso es lo que quiere detener. ¿Y quiere responsabilizar a los judíos? ¡No lo entiendo!
¿Son todos los judíos comunistas? Sabe tan bien como yo que no es así. Yo no lo soy, porque sé que las cosas deseadas por muchos no son suficientes para todos, apenas alcanzan para una décima parte. Lo que sobra (desgracia, enfermedad, maldad, incapacidad, etc.), sí lo compartimos. Además, porque la felicidad subjetiva no depende de la posesión, sino que es una disposición misteriosa que se tiene o no. En tercer lugar, porque la tierra es un valle de lágrimas y no un lugar de entretenimiento, porque ni está en el plan del Creador que a todos les vaya igual de bien, ni quizás tenga un sentido más profundo. Hoy en día, basta con decir alguna tontería en el argot científico-periodístico, y las personas más inteligentes la considerarán una revelación. Los sabios de Sion, por supuesto: así se llaman las películas de hoy, obras científicas, operetas, cabarets, en resumen, todo lo que mueve intelectualmente a este mundo actual.
Los judíos hacen negocios, son comerciantes. Cuando se vuelven incómodos para la competencia, los atacan; pero no como comerciantes, sino como judíos. ¿Como qué se supone que deben defenderse? Pero estoy convencido de que incluso se defienden solo como comerciantes o sólo en apariencia se defienden como judíos. Es decir, que sus agresores arios se defienden como agraviados, como atacados, aunque con otras palabras y utilizando otras formas (¿más simpáticas?) de hipocresía; y que a los judíos realmente no les importa vencer a la competencia cristiana, ¡sino a cualquier competencia!, y que a los arios tampoco les importa con quien compiten; y que cualquier conexión que los lleve al objetivo es posible entre ellos, así como cualquier otro tipo de oposición. Hoy hablan de raza: en otro momento, quién sabe de qué. ¿Y un Kandinsky participa en eso?
Los grandes bancos estadounidenses le han prestado dinero al comunismo y no lo niegan. ¿Sabe por qué? El señor Ford sabrá por qué: al hacerlo, revelaría algo mucho más desagradable. ¡LO SABEMOS! ¡LO SABEMOS POR EXPERIENCIA! Trotsky y Lenin han derramado ríos de sangre (¡lo que, por cierto, no se pudo evitar en ninguna revolución de la historia mundial!), para convertir una teoría, obviamente falsa (pero que, como la mayoría de los bienintencionados profetas del mundo de revoluciones anteriores, era bien intencionada). Pero ¿las personas serán mejores y más felices si ahora, con el mismo fanatismo y con el mismo baño de sangre, se llevan a cabo otras teorías, aunque opuestas, pero no más correctas (pues todas son falsas y solo nuestra creencia les otorga, de vez en cuando, el brillo de la verdad, que es suficiente para engañarnos)?
Pero ¿a dónde lleva el antisemitismo, sino a la violencia? ¿Es tan difícil imaginarlo? Quizás, para ustedes, privar de sus derechos a los judíos sea suficiente. Así Einstein, Mahler, yo y muchos otros vamos a dejar de existir. Pero una cosa es cierta: esos elementos mucho más resistentes, gracias a cuya capacidad de resistencia el judaísmo ha sobrevivido durante 20 siglos, no podrán ser exterminados. Porque, al parecer, están organizados de tal manera que pueden cumplir la tarea que su Dios les ha encomendado: ¡mantenerse en el exilio, puros e intactos, hasta que llegue la hora de la redención!
Los antisemitas son, después de todo, reformadores mundiales con poca perspicacia e inteligencia, al igual que los comunistas. Los utopistas son los buenos. Los hombres de negocios son los malos.
Debo terminar, me duelen los ojos de tanto escribir a máquina. Tuve que hacer una pausa de unos días y ahora veo que cometí un error moral y táctico muy grande: ¡discutí! ¡defendí! Olvidé que no se trata de cuestiones de justicia e injusticia, verdad y falsedad, conocimiento y ceguera, sino de cuestiones de poder; y en eso parece que todos están ciegos, tan ciegos en el odio como en el amor.
Olvidé que no tiene sentido polemizar, porque no voy a ser escuchado; porque no hay voluntad de comprender, sino una única voluntad: la de no escuchar lo que el otro dice.
Si lo desea, puede leer lo que escribí, pero le ruego que no me envíe una respuesta polémica. No cometa el mismo error que yo. Le advierto: no voy a entenderla; no puedo entenderla. Hace unos días esperaba poder impresionarlo con mis argumentos. Hoy ya no lo creo y casi siento indignidad por haber defendido mi posición.
Quería responderle para mostrarle que, incluso con un nuevo enfoque, para mí sigue estando presente el Kandinsky que conocí; y que no he perdido el respeto que alguna vez tuve. Y si quisiera saludar a mi antiguo amigo Kandinsky, me gustaría enviarle mis más cálidos saludos, pero no puedo evitar agregar el siguiente mensaje:
Hace mucho que no nos vemos, quién sabe si nos volveremos a encontrar alguna vez, sin embargo, si nos reencontráramos, sería muy triste que tuviéramos que ignorarnos. Así que, por favor, acepte mis más cordiales saludos.
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