Llegás a la cima, respirás profundo y mirás a tu alrededor: ¡qué grande sos!, subir tan alto, vos solo… Pero de inmediato descubrís huellas en la nieve. Ya alguien estuvo allí.
Creé en Dios. Dudá de él. Descartá todo sistema filosófico. Que el médico te diagnostique cáncer: solo te quedan cuatro años, nada más. Creé en una pareja. Dudá de ella. Viví con dos amantes, entregate a la vida. Aislate de la vida…
Todo eso ya lo vivió alguien antes que vos; ya alguien creyó, dudó, rio, lloró, se metió el dedo en la nariz mientras pensaba; todo. Siempre hubo alguien antes. Eso no cambia nada, lo sé. Vos lo vivís por primera vez. Para vos es nieve recién caída. Pero no lo es, y el momento en que te das cuenta duele. En Polonia vivía un judío pobre que no tenía plata para estudiar, pero las matemáticas ardían en su cerebro. Leía todo aquello que caía en sus manos y estudiaba y pensaba, pensaba para sí mismo. Un día ideó un nuevo sistema, y sintió el orgullo de haber descubierto algo. Cuando abandonó su ciudad y salió al mundo, vio en nuevos libros que lo que había descubierto ya existía hace mucho tiempo: se trataba del cálculo diferencial. Y murió. Dicen que de tuberculosis. Pero no fue así.
En la soledad es peor. Estás seguro que en el tumulto cualquiera puede tener sus experiencias estándares. Pero si estás solo, como lo estás, si uno reflexiona, siempre pensando en la muerte, siempre aislado e intenta ver para adelante…, creerás con seguridad que estás en una cima que nunca nadie había alcanzado. Pero siempre hay huellas y siempre alguien estuvo antes y siempre subió alguien más alto de lo que vos vas a poder, incluso mucho más alto.
No te desanimes. Escalá, subí, subí más. Pero no hay cima. Y no hay nieve recién caída.
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