El arte es largo; la vida, corta; el juicio, difícil; la oportunidad, pasajera. Actuar es fácil, pensar, difícil; actuar según el pensamiento es incómodo. Todo principio es alegre; el umbral es el lugar de la incertidumbre. La niña se asombra; la impresión la determina; aprende jugando; la seriedad le sorprende. La imitación nos es innata; lo que se debe imitar no se reconoce con facilidad. Rara vez se encuentra lo excepcional, más raro es apreciarlo. La altura nos atrae, no las escaleras; con la mirada en la cima, nos gusta caminar por la llanura. Sólo una parte del arte puede enseñarse, el artista lo necesita completo. Quien sólo conoce la mitad siempre está desorientado y habla demasiado; quien lo posee en su totalidad se puede dedicar a hacer, además habla poco o tarde. Aquellos no tienen secretos ni fuerzas; su enseñanza es como el pan horneado, sabroso y abundante para un día; pero la harina no se puede sembrar y las semillas no se deben moler. Las palabras son buenas, pero ellas no son lo mejor. Lo mejor no se hace evidente por medio de palabras. El espíritu desde el cual actuamos es lo más alto. La acción solo es comprendida por el espíritu y este la vuelve a representar. Nadie sabe lo que hace cuando hace lo correcto; pero siempre somos conscientes de lo incorrecto. Quien solo actúa con signos es un pedante, un hipócrita o un embustero. Hay muchos de ellos, y juntos les va bien. Su charla contiene al estudiante, y su persistente mediocridad aleja a los mejores. La verdadera formación del artista abre el significado, porque donde faltan las palabras, habla el hecho. El verdadero alumno aprende a desarrollar lo desconocido a partir de lo conocido y se aproxima al maestro.
Del Wilhelm Meisters Wanderjahre [Los años itinerantes de Wilhelm Meister], (1795-96)
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