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Water Benjamin

Angelus Novus.

Textos sobre filosofía de la historia

Textos III   

2018, 128 pp.   
isbn: 978-987-46505-9-7

 “Hay un cuadro de Paul Klee llamado Angelus Novus. En él, se ve un ángel que parece estar a punto de alejarse de algo que mira fijamente. Tiene los ojos bien abiertos, también su boca y las alas desplegadas. Así ha de ser el ángel de la historia”.

Este es el comienzo de la novena tesis en Sobre el concepto de historia, uno de los textos más conocidos de Benjamin y que se incluye en este libro. El cuadro del que habla, una pequeña acuarela sobre papel parduzco, lo había adquirido en 1921. Ocupaba un lugar en su estudio de Berlín y, más tarde, lo llevó consigo a París en su exilio.

La posición de este cuadro en la constelación intelectual de la que forma parte fue –y sigue– cambiando. Es que el “Angelus novus” todavía no conoce la historia. Sus ojos conservan el esplendor de su origen divino y, de hecho, lo anuncian. Pero, impotente, es arrastrado hacia el futuro por la tormenta del progreso y se aleja cada vez más de su origen. Sin embargo, existe una esperanza, el germen de lo mesiánico: “El pasado lleva consigo un índice secreto que lo remite a la redención. ¿Acaso no sentimos un soplo del aire que envolvía a quienes estuvieron antes? ¿Acaso no hay en las voces que escuchamos un eco de aquellas ahora enmudecidas? […] Si es así, entonces existe un acuerdo secreto entre las generaciones pasadas y la nuestra”. 

Benjamin se opone a la comprensión teleológica de la historia, a su tiempo lineal y en progreso permanente. Plantea precisamente lo contrario, un tiempo discontinuo: los saltos, grietas, rupturas históricas y desviaciones ocultan un “punto focal" utópico; en otras palabras, mesiánico. Esto es  lo que hay que sacar a la luz aquí y ahora, y no al final de los tiempos.

Kαιρός era, para los griegos, ese tiempo no cronológico, sino cargado de posibilidades imprevistas. Para Benjamin, cargado de gracia mesiánica. Es el tiempo-ahora. Y solo un historiador (quienquiera que tenga esa conciencia de la acción) atento a estas posibilidades ocultas en la historia podrá verlo. Será quien ya no permita que “una mera sucesión de acontecimientos corra por sus dedos como un rosario”. Aprehende la constelación en la que su propia época y una determinada época anterior entraron. Así, funda un concepto de presente como el tiempo-ahora, un tiempo lleno de fragmentos del mesiánico.

A diferencia del ángel, el historiador no está condenado a la impotencia. Es capaz de habitar la historia en el viento de la tormenta y rebuscar en los escombros de ese ahora.

Los textos que reunimos bajo el nombre de Angelus novus –“Fragmento teológico-político”, “París, la capital del siglo XIX”, “K [Ciudad onírica y edificio onírico, sueños del futuro, nihilismo antropológico, Jung]”, “N [Sobre la teoría del conocimiento, teoría del progreso” y “Sobre el concepto de historia”– comparten esta voluntad de Benjamin, tan similar a la que reclama para el historiador, de desmoronar las visiones centrales y hurgar en lo imprevisto o insignificante: las barricadas, los pasajes, el interior de los estuches, lo que queda de un sueño, los cortinados de moda.

Queda una última arenga: hagamos estallar el objeto de la historia de su curso. “Que las cosas sigan igual es la catástrofe”. 

 

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